argo, hay algo que me encanta y admira. Este arroyuelo es pobre e
intermitente, pero su accion geologica no es menos grande; es tanto mas
poderosa relativamente cuanto mas insignificante es el agua que por el
corre. Una pequenita corriente ha cavado el enorme foso, ha abierto esas
profundas hendiduras a traves de la arcilla y la dura roca, ha esculpido
las gradas de sus pequenas cascadas, y por los hundimientos de tierra ha
formado esos amplios circulos en sus orillas. El es tambien quien da
vida a la rica vegetacion de musgo, hierbas, arbustos y grandes arboles.
?Es que el Misisipi, o el Amazonas proporcionalmente a su caudal de
agua, realizan en la superficie de la tierra la milesima parte del
trabajo de este? Si los caudalosos rios tuvieran igual fuerza relativa
que el pequeno arroyuelo intermitente, arrasarian las cordilleras,
serian sus cauces abismos de algunos millares de metros de profundidad,
alimentarian bosques con arboles cuyas cimas irian a balancearse en las
mas elevadas capas atmosfericas. Precisamente, en estos pequenos retiros
es donde la naturaleza se nos muestra en todo su esplendor. Acostado
sobre un tapiz de musgo, entre dos raices que me sirven de apoyo,
contemplo con admiracion estas altas riberas, sus desfiladeros, sus
circos, sus gradas y la boveda de follaje, que me cuentan con tanta
elocuencia la grandiosa obra de la pequena gota de agua.
CAPITULO VII
#Los manantiales del valle#
A todos los arroyuelos visibles e invisibles que descienden de barrancos
y vallecillos hacia el arroyo principal, se unen aun a centenares
infinidad de pequenas fuentes y venas de agua, todas diferentes por el
aspecto y el paisaje de las piedras, los zarzales, arbustos o arboles
que las rodean, diferenciandose tambien por la cantidad de sus aguas y
por la oscilacion de su nivel, segun los meteoros y las estaciones del
ano.
Algunas de ellas solo tienen una existencia temporal; despues de haber
manado durante cierto numero de horas, se secan repentinamente; los
pequenos saltos de agua cesan de susurrar, las paredes de su balsita se
secan y las hierbas que humedecia se doblan languidamente. Luego,
pasados minutos u horas, se oye un murmullo subterraneo y he aqui el
agua que sale nuevamente de su carcel de piedra, para devolver la vida a
las raices y las flores; con sus argentinos sonidos anuncia alegremente
su resurreccion a los insectos ocultos entre el cesped, a todo un mundo
infinitamente pequeno que es
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