, existe una guerra implacable; cada uno, en lucha por la
existencia, vive en detrimento de su vecino. En cuanto a mi, quisiera
vivir en paz con todos; procuro respetar, la flor y el insecto; pero sin
apercibirme, icuantos seres destruyo! Aplasto multitudes infinitamente
pequenas cuando dejo caer mi pesada masa sobre la hierba; arraso y
produzco cataclismos en la historia de un mundo imperceptible cuando
subo a un arbol para balancear mis piernas por encima del agua. Como un
barbaro, ique de atrocidades he cometido sin querer, cuando en los
primeros anos de mi infancia salia a estudiar por el campo y me
instalaba en el tronco cavernoso de un sauce, para leer comodamente
alguna novela o declamar versos con retumbante voz...!
CAPITULO XIII
#El bano#
Cuando se siente amor al arroyo, no produce bastante satisfaccion el
mirarlo, estudiarlo y pasear por sus riberas; se siente la necesidad de
mayor intimidad con el, sumergiendose en sus aguas. Como nuestros
antepasados, nos convertimos en tritones.
Pero no siempre es esto cosa facil, y durante el invierno, cuando el
aire frio silba en las ramas, cuando la nieve cubre el suelo, o en la
superficie del agua se forman laminas de cristal, son poco numerosos los
hombres bastante activos que se atrevan a banarse en el agua helada. El
contacto con el agua corriente da ciertamente fuerza a los que no temen
rozarse con ella; sin embargo, antes de realizar la ceremonia del bano
nos suele parecer singularmente peligrosa. Es preciso que nos desnudemos
rapidamente detras del tronco de un arbol, para estar al abrigo del aire
helado, que nos olvidemos del frio que contrae nuestros miembros; todo
es en vano; el viento nos recuerda la dura realidad. A nuestros pies
corre el agua, rapida y sombria; sin tocarla, sentimos que esta helada;
el soplo de aire que la riza nos hace temblar de frio. Para sentir menos
la violenta caricia del agua tendriamos que obrar con decision y
arrojarnos bruscamente en el arroyo; vacilamos, no obstante, y antes de
realizar el salto definitivo tomamos aliento dos o tres veces.
Despues de haber triunfado de los pueriles temores, describimos una
curva por debajo del agua y sentimos el aire silbar en nuestros oidos;
la superficie, abierta por nuestra cabeza, se agita en derredor; nos
sentimos como perdidos en un abismo rugiente que nos aprisiona. En un
abrir y cerrar de ojos, por un movimiento de ascension, saltando del
fondo con un empuje del pie y un
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