do, la sutil capa de agua y la franja de
espuma, se suceden con desorden hasta abajo de la pendiente donde el
arroyo recobra su calma y la regularidad de su curso.
iY cuan grande es tambien la diversidad de las cascadas! Yo conozco una,
encantadora entre todas, que se oculta bajo las flores y el follaje.
Antes de precipitarse, la superficie del arroyo es completamente lisa y
pura; ni una roca saliente, ni una hierba en su fondo interrumpen su
curso rapido y silencioso; el agua cae en un canal trazado con igual
regularidad que si fuera obra del hombre. Pero en el punto de la caida,
el cambio es repentino. Sobre la cornisa de donde el agua se lanza en
cascada, se levantan macizos de roca parecidos a pilares de un puente
derribado, apoyandose sobre anchos estribos cuya base lame la espuma.
Grupos de saponaceas y otras plantas salvajes, crecen como en jarrones
de adorno en las anfractuosidades de los puntos dominados por las
cascadas, mientras que las zarzas y clematides, desplegadas como
cortinajes, descansan sus guirnaldas sobre los salientes de la piedra y
velan los distintos despenaderos de la caida. La espesa red de verdura
oscila lentamente por la presion del aire que arrastra el agua al caer,
y las lianas aisladas, cuyas extremidades se banan en los remolinos de
espuma, se estremecen incesantemente. Los pajaros hacen su nido en este
follaje y se dejan balancear por el aire. Hermoseado por las flores en
primavera, adornado de frutos en verano y otono, el cortinaje suspendido
delante de la catarata ahoga en parte el estrepito; hasta podria
suponersele lejana si el sol, penetrando sus rayos por entre las ramas,
no hiciera brillar por diversos puntos el gigantesco diamante que oculta
la verdura.
A poca distancia de esta cascada cubierta por las hojas y las flores,
otro asiento de penascos atraviesa el arroyo, pero estos son tan duros
que el agua ha hecho muy poca mella en ellos y apenas si esta trazado su
lecho. Ha tenido por consecuencia que extenderse a lo ancho y, rodeando
piedras y arrastrando tierras vegetales, se ha dividido en numerosos
hilos de agua, procurandose cada cual un curso favorable para llegar al
punto de caida. Cortado en su paso por una roca pulida que se levanta en
medio de sus cascaditas, los vemos saltar por todas partes; unos
bastante fuertes para arrastrar las piedras y otros tan debiles que
apenas pueden descubrir las raices del cesped. Aqui una pequena capa de
agua se extiende sobre una roca
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