o en
espiga, el hombre que no tenia el recurso de la antropofagia, habia de
recurrir, para alimentarse, a desenterrar raices del suelo, a comerse
las matas de hierbas sabrosas, los cadaveres de los animales cazados en
el bosque y los peces cogidos en el mar o en los rios.
Asi llegaron, apremiados por la necesidad, a adquirir una habilidad como
pescadores, que hoy nos maravillaria. No menos habil que el sollo, se le
escapaba raramente la presa que habia divisado. Inmovil sobre la orilla,
parecido a un tronco de arbol, esperaba pacientemente que el pez pasara
a la distancia de su brazo, y, cogiendolo con rapidez, le aplastaba la
cabeza con una piedra.
Los indios de America, que son todavia salvajes, atraviesan al pez que
pasa con su ayagaza o el dardo salido de su cerbatana, con una seguridad
admirable.
Ademas, los arroyos y los rios estaban en otro tiempo bastante mas ricos
de peces que en nuestros dias. Despues de haber cogido en las aguas lo
necesario para el sustento de la familia, el salvaje, satisfecho, dejaba
los millares y millones de huevos que se desarrollaran en paz, y gracias
a la inmensa fecundidad de las especies animales, las aguas estaban
siempre pobladas y exuberantes de vida. Pero el ingenio del hombre
civilizado ha hallado el medio de destruir esas razas tan prolificas,
que cada hembra podria en algunas generaciones llenar las aguas de una
masa solida de carne. Con su imprevisor afan ha llegado a hacer
desaparecer muchas especies que vivian en otros tiempos en nuestros
arroyos. No solamente se ha servido de redes que tamizan la masa liquida
y aprisionan todos los seres que la pueblan, sino que ha recurrido
tambien al veneno para destruir de una sola vez grandes multitudes y
hacer una ultima captura mas abundante que las anteriores.
Sin embargo, los verdaderos pescadores, los que se honran con tal
titulo, reprueban esos medios vergonzosos de destruccion que no tienen
el merito de la sagacidad ni el conocimiento de las costumbres de los
peces. De otra parte, por un contraste que parece extrano a primera
vista, el pescador ama a todas esas pobres bestias de las que es
perseguidor; ha estudiado sus habitos y genero de vida con cierto
entusiasmo y procura descubrir sus virtudes e inteligencia. Como el
cazador que habla de los interesantes hechos del chacal y el jabali, el
pescador se exalta contando las finezas de la carpa y las astucias de la
trucha, respetandolos casi como adversario, los combate c
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