yo que murmura encantador en sus
cascadas de perlas, el gran rio se dirige hacia el mar sin estruendo,
casi sin ruido, pero llevando en su seno un impetu furioso; si encuentra
un obstaculo, inmediatamente sus aguas lo salvan formando fuertes
torbellinos donde se sumergen arrastrados para reaparecer a una gran
distancia de alli. Los arboles flotantes y las hierbas arrastradas por
la corriente se suceden en procesion interminable; a veces se oye el
estruendo de un trueno; es el hundimiento de un trozo de bosque que las
aguas habian minado. Trabajando sin cesar, el rio destruye y renueva
constantemente sus orillas, sus islas, sus bancos de arena, y como la
tempestad y el huracan, es una fuerza de la naturaleza que modifica
visiblemente la apariencia exterior de la tierra.
Tal vez en el porvenir esta corriente de agua que fue un rio y que
actualmente es un arroyuelo, disminuira su caudal hasta el punto de que
un pajaro pueda secarlo. El cambio de las riberas continentales, el
descenso gradual de las alturas que detenian las nubes de lluvia y de
nieve, la direccion distinta que los vientos humedos seguiran por el
espacio; la division de su cuenca actual en valles distintos, y en fin,
la apertura de canales subterraneos en los cuales desapareceran las
aguas, pueden tener por resultado la extincion de manantiales y la
desaparicion completa del arroyo. Asi es como en los desiertos de Africa
y Arabia muchos rios, considerables en otras edades, han dejado de
existir: sus cauces se han llenado de arena y los indigenas solo los
conocen por los inciertos datos de las tradiciones. Segun ellos, son los
cristianos quienes con sus operaciones magicas han hecho desaparecer las
aguas, y si algun nigromantico poderoso no hace aparecer nuevamente las
fuentes, sus valles estaran eternamente secos. De esos rios malditos del
Sahara, conocemos algunos cuyos valles tienen cientos y miles de
kilometros de anchura. En los parajes donde en remotas edades corria un
caudaloso rio, la caravana duerme tranquilamente en nuestros dias
durante las noches, y cuando quiere calmar su sed no le queda otro
remedio que practicar un hoyo en la arena con la punta de su lanza, para
buscar algunas gotas de agua que no siempre halla.
CAPITULO XI
#Las riberas y los islotes#
No es necesario remontarse con la imaginacion a miles de siglos atras
para ver al arroyo, tan modesto actualmente, modificar la forma de sus
orillas y cambiar su centro. Hasta dura
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