cubierta de verdoso limo y luego resbala
por un asiento inclinado rodeado de helechos, ocultandose furtivamente
por entre dos ramas de sauce que se inclinan hacia el liquido. Mas
lejos un pequenisimo hilo de agua, contenido en una pequena hendidura,
corre, centellea y murmura en mi caida. Otro se precipita por una fisura
negra y no se distingue desde fuera mas que por centelleos indistintos;
otro aun se lanza por aqui y alla retorciendose como una serpiente de
circulos alternativamente negros y plateados. A traves de las rocas, los
arbustos y las hierbas, todos los arroyuelillos, despues de un momento
en reposo, se juntan nuevamente como una porcion de ninos al grito de la
madre. Y todo esto rie y canta con alegria. Cada cascadita tiene su voz,
dulce o grave, argentina o profunda, produciendo en conjunto un
encantador concierto que adormece el pensamiento, dandole, al igual que
la musica, un movimiento acompasado y ritmico. Por fin, todas las
fracciones se han reunido en el cauce comun; chocan las corrientes
bordadas de espuma y luego juntas emprenden el camino hacia la llanura.
La catarata es otra cosa distinta. En ella las aguas no se extienden
sobre un ancho espacio para precipitarse luego al azar; se reunen, al
contrario, para lanzarse en masa compacta por el estrecho paso abierto
entre dos puntas de roca. Deprimido en sus orillas e hinchado en el
medio por la presion de la corriente, el arroyo se estrecha y se curva
hasta el corte, desde donde se lanza al vacio. El agua, empujada por
rapida velocidad, ha perdido sus ondulaciones y sus pequenas olas; todos
sus rizos, prolongados por la rapidez del torrente se han cambiado en
otras tantos lineas perpendiculares como trazadas por la punta de un
estilete. Parecida a una tela sedosa que se despliega, el lienzo liquido
se desprende de la arista de la roca y se curva por encima de un negro
corredor, en el fondo del cual bullen las aguas en torbellino. La base
de la catarata es un caos de espuma. La masa que cae se deshace en olas
que chocan entre si, dirigiendose en tumulto hacia el chorro enorme
contra el que se precipitan como para escalarlo. En el estruendoso
remolino, el agua y el aire, arrastrados a un mismo tiempo por la
tromba, se confunden en una masa blanca que se agita incesantemente.
Cada torrente, cambiando a cada instante de forma, es un caos en el
caos.
Escapandose del torbellino, el aire aprisionado levanta millares de
gotas pequenas, que al dirigirse h
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