nas perceptible a primera
vista ?que vemos en ella, sino corrientes sinuosas y remolinos
circulares, como en el rio y el gran oceano? El viaje del agua que baja
desde el monte al mar se verifica por un circuito de curvas que se
suceden constantemente. ?Es tal vez por esto por lo que la leyenda
germanica nos representa las ondinas de los arroyos volando durante las
noches en vastos circulos, tocando con el pie el agua de las fuentes?
Por encima de los remolinos y torbellinos es donde las danzas de las
ninfas, vistas por la imaginacion de los poetas, deben ser interminables
porque el agua da vueltos sin fin en un circulo sin salida. Al pie de
una cascada, un promontorio de rocas, sitiado por el espumoso torrente,
protege con su masa un hoyo tranquilo donde ruedan las aguas que la
corriente lanza lateralmente. Nada mas alegre a primera vista, ni mas
entristecedor que el espectaculo ofrecido por el movimiento de un
objeto que se ha perdido en el remolino al precipitarse con la cascada.
Una bellota de encina, todavia dentro de su cupula, acaba de ser
arrastrada por la caida y reaparece en medio de la espuma. Durante
algunos instantes parece desaparecer con la corriente, pero un
movimiento oblicuo del agua la rechaza y separa; entra nuevamente en el
remolino y, flotando, rozando la base del promontorio, vuelve poco a
poco hacia la cascada. Se encuentra de nuevo en la lucha de las aguas
que chocan, pero avanza lentamente, sin embargo, para llegar bien pronto
bajo la masa del arroyo que se despena; entonces, como animada de un
subito arranque de la voluntad, se sumerge en el pequeno abismo, dando
una serie de piruetas. Mas abajo reaparece en las tranquilas aguas, pero
para continuar su camino y sumergirse de nuevo por la fuerza de nuevas
duchas. A veces se aleja tanto, que se la llega a creer definitivamente
libre de la atraccion del remolino y parece decidida a marcharse
juntamente con un copo de espuma; pero no; se detiene todavia y luego,
como si fuera un barco obediente al timon, vuelve su cabeza hacia la
cascada y empieza nuevamente su movimiento giratorio. Tal vez estas
vueltas sin fin, duraran hasta que, separada la bellota de su cupula, ya
completamente impregnada de agua, descienda al fondo del pozo para
disgregarse y convertirse en lodo. Con frecuencia suelen hallarse sobre
las orillas del arroyo extranas bolas erizadas de pinchos como castanas
en el arbol todavia; son agrupaciones de espinas que se han aglomerado
ro
|