y tan bella como el dia que nutria a los Centauros,
y nosotros, mas que esos monstruos, llevamos en nuestro pecho un corazon
de hombre.
Lo que mas nos encanta, es el juego de luz que penetra en las
profundidades del agua y nos ofrece delicadisimos espectaculos,
incesantemente modificados por los rizos y las ondulaciones de la
superficie. Inclinandonos sobre la corriente, donde la sombra de los
arboles se retuerce en espirales y se desdobla en delicadas curvas,
miramos al fondo con sus piedras que parecen estremecerse, su arena que
bulle, y sus hierbas ondulantes. Ramitas y hojas se suceden sin cesar
por la superficie radiante, y sus sombras, deformadas por la refraccion,
resbalan por las arenas y las plantas, cuyas raices y hojas brillan como
hilos de plata. Cualquiera que sea el contorno del objeto flotante,
aparece siempre modificado por la luz: la hoja, desarrollada en forma
de corazon, o prolongada como el acero de una lanza, toma sobre el fondo
el aspecto de un disco o de un ovalo; la paja o el junco se refleja como
hilera de pequenos circulos, parecido a un collar prolongado; el insecto
de agua, patinador insumergible, que remonta la corriente por repentinos
empujes, se representa sobre el lecho de arena o de cieno por cinco
circulitos, de los cuales uno, el mas pequeno, lo determinan las dos
patas anteriores, mientras que los otros cuatro, agrupados a pares, se
aproximan o separan segun los movimientos del animal. Alrededor de cada
disco, gris o negro, un circulo de luz se determina como anillo de fino
oro; sombras y rayos de luz, cambiados asi por las condiciones y
circunstancias del medio que atraviesan, se proyectan sin cesar sobre el
fondo, cambiando constantemente de aspecto.
El centelleo de la luz, tan encantador sobre las piedras lisas que
cubren el lecho del arroyo, lo es mas todavia en las partes donde el
fondo esta alfombrado con multitud de hierbas acuaticas. Los guijarros
estan tapizados de musgo de un verde sombrio con plateados reflejos; las
delicadas algas que forman el limo, se levantan en piramides empujadas
por las burbujas de aire que se desprenden de la arena y que, parecidas
a globos envueltos en inmensos cordajes, brillan como perlas bajo la
temblorosa red de fibras. Manojos de hierbas, desplegadas como largas
cabelleras, ondulan por el impulso del arroyo: agitadas por la rapida
corriente se estremecen de impaciencia, y en los remansos de agua casi
inmovil, se mueven majestuosamente; pero
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