reglado por la mano del hombre; el tronco blanco del abedul
resalta al lado de la rugosa y sombria corteza de la encina. En lo mas
alto de la ladera, donde el barranco no es mas que un repliegue del
terreno, los pinos, en actitud grave y de hojas casi negras, se ven
reunidos como en un concilio. Alrededor de ellos, la tierra sin
vegetacion ha desaparecido bajo una espesa capa de agujas color de
hierro oxidado mientras que no lejos de alli, un alegre alerce color
verde claro, levanta su cima, hermosamente adornada por clematides,
sobre un grupo de arbustos y plantas. A causa de la extrema variedad de
las condiciones del suelo, el estrecho barranco es bastante mas rico en
especies diversas que los grandes bosques que cubren vastos territorios.
En algunos parajes, los troncos estan tan juntos que de una a otra
ribera no se ve penetrar ni un rayo de sol; del fondo de las
hondanadas, los arboles suben como columnas amontonadas para un
edificio; luego, al nivel de los bordes, las ramas se extienden
ampliamente, cubren la madera con su verdura y se prolongan sobre las
tierras cultivadas buscando avidamente su alimento de aire y de luz.
Bajo sus sombrias bovedas, en las profundidades del barranco, la
temperatura es siempre fresca, hasta en lo mas fuerte del verano; las
ramas enlazadas impiden a la humeda atmosfera su salida hacia el espacio
y, gracias al acuoso vapor, los helechos, con sus grandes hojas caidas y
los hongos, agrupados fraternalmente en pequenas asambleas, crecen y
prosperan en las orillas. El aire esta tan cargado de humedad, que basta
cerrar los ojos para hacerse la ilusion de que se esta a la orilla de un
arroyo, cuyas tranquilas aguas corren silenciosas. Despues de todo, el
agua alli esta; si ha desaparecido es solo en apariencia. El musgo que
tapiza el fondo del barranco y recubre las raices de los arboles, se
presenta hinchado del liquido absorbido durante la ultima inundacion:
dilatados como esponjas, guardan, durante mucho tiempo, la fecunda y
bienhechora humedad; despues, a la mas insignificante lluvia, se hinchan
de nuevo, empapandose con avidez de las gotas caidas. Asi, de musgo a
musgo y de planta a planta, en la multitud infinita de celulas
organicas, se encuentra aun el caudal de aguas corrientes del arroyuelo,
desde, el principio al fin del barranco. Es verdad que no se ve esta
corriente, que no se oye su murmullo, pero se adivina y se goza la dulce
frescura que esparce por la atmosfera.
Sin emb
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