o, el banco se hunde, los granos de silex
y las delgadas piedras cambian de punto. Corrientes parciales, pequenos
remolinos, se forman a mi lado como alrededor de un islote; muellemente
acostado, contemplo el espectaculo interesante que bajo la pequena capa
de agua me ofrece la transformacion del banco de arena, disminuyendo de
un lado por la corriente y aumentando del otro por el continuo arrastre
de aluviones.
A veces, el fondo sobre que me arrastra la corriente, esta cubierto de
verdes y oscilantes hierbas, muelles sinuosidades que me acarician, me
enlazan; improvisandome un lecho encantador. ?Es el agua? ?es la
ondulante cabellera de las plantas la que me levanta asi, haciendome
flotar en la superficie del arroyo? No lo se; mi imaginacion se pierde
ademas en una especie de ensueno. Hasta me parece que me he convertido
en parte integrante del medio que nos rodea; me siento homogeneo a las
hierbas flotantes, a la arena que se arrastra por el fondo, a la
corriente que hace oscilar mi cuerpo; miro con extraneza los arboles que
se inclinan sobre el arroyo, los espacios del cielo azul que se ven por
entre las ramas, y el escueto contorno de las montanas que distingo a
lo lejos en el horizonte. ?Es acaso real todo ese mundo exterior? Yo
tambien, como el pescador de la leyenda, veo la maravillosa sirena
hacerme senas con el dedo, me siento atraido por su mirada que fascina y
oigo resonar el eco de su canto perfido y melodioso, "iAh! ven, ven
conmigo y seremos felices." A veces me siento envidioso del joven que
cede al llamamiento de la sinuosa ondina, cuya flotante cabellera va a
mezclarse con las del verde limo. Pero yo se que, desembarazandose de
las amargas preocupaciones de la vida, su existencia va a extinguirse
por las caricias del agua pura y las ondulaciones de las estremecidas
hierbas. La naturaleza tiene para sus amantes seducciones de las que es
preciso desconfiar como de la voz de las sirenas o de la belleza de la
hada Melusina. iHaciendonos amar demasiado la soledad, nos arrastra
lejos del campo de batalla, donde todo hombre de corazon tiene el deber
de combatir por la libertad y la justicia! La naturaleza es hermosa, si;
todos debemos comprender su encanto, pero hemos de saber gozarla con
prudente alegria, no abandonandonos jamas a sus fatales sugestiones.
Uno de los grandes placeres del bano, de los cuales no siempre nos damos
cuenta, pero que no por eso deja de ser real, es que momentaneamente se
vuelve a
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