jan las raices del alamo
y la flor de miosotis se bana en el agua transparente.
No obstante, el caudal cambia sin cesar; al mismo tiempo cambian tambien
de sitio los torbellinos, la forma y extension de los remansos y sus
ondulaciones; la altura de las cascadas y la inmersion de las plantas y
raices de los arboles. Todas estas pequenas variaciones de la corriente
serian faciles de observar si en vez de medir el agua con una simple
mirada, se consignara la altura por medio de un instrumento de
precision. Las oscilaciones del arroyo, que son apenas perceptibles
durante los dias apacibles, cuando gozamos paseando por la orilla de
las aguas susurrantes, se vuelven por el contrario, fuertes y rapidas,
despues de los bruscos cambios de temperatura y de las grandes lluvias.
Si no tememos a pesar de la lluvia y el viento huracanado, detenernos en
la orilla, protegidos por el pobre abrigo que ofrece el tronco de un
sauce, veremos con cuanta rapidez puede aumentar el caudal del arroyo,
como se aumenta la velocidad de su corriente, llena su cauce hasta los
bordes y, salvando las orillas, inunda los campos cultivados.
En las gargantas de los montes las crecidas y las inundaciones son aun
mas rapidas. Alli, el agua que cae de las nubes, chocando en las aristas
de las piedras corre inmediatamente por los declives; de todos los
pequenos regueros de los vallecillos, afluyen los hilos de agua y los
torrentes para reunirse en enorme masa, en el gran receptaculo abierto
al origen de casi todos los valles.
Al agua de lluvia o las montanas de nieve medio derretida que el tibio
chubasco ha hecho desprender de las laderas, se mezclan los restos
fangosos, las piedrecitas y los fragmentos de roca caidos de los flancos
del monte. Por los cauces, donde de ordinario salta en sonoras cascadas
un pequeno torrente de cristalina agua, corre ahora con estrepito una
especie de fango, un liquido semisolido que es al mismo tiempo que un
diluvio un desprendimiento. Estos son los fenomenos que, con el tiempo,
rebajan poco a poco los montes y los extienden en capas horizontales de
aluvion sobre los llanos y en el fondo de los mares. El curso de los
torrentes acaba por allanar las mas altas cimas; derribaran los Andes y
el Himalaya como han hecho ya desaparecer montes no menos elevados que
los geologos nos dicen han existido en otras edades.
Yo recuerdo aun el terror de una noche pasada a orillas del Chirua,
pequeno torrente de Sierra Nevada, en los Es
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