El piscicultor debe ademas saberse servir de infinidad de instrumentos
delicados; limpia los huevos con un pincel, separa los cuerpos extranos
y malsanos por medio de unas pinzas; se sirve de ampolletas para
trasvasar la simiente de uno a otro recipiente, construye lugares a
proposito para los huevos que se adhieren a las hierbas y ramitas del
fondo y muchas otras operaciones entretenidas e inteligentes. Durante la
epoca de la incubacion necesita velar con cuidado para evitar que los
enemigos de toda especie, barbos, mosquitos y setas de agua, ataquen a
la poblacion naciente, variando de hora en hora la corriente y la
temperatura. Despues de la salida del huevo es preciso saber alimentar a
los animalitos oportunamente y con las, mismas substancias que ellos
mismos se hubieran buscado. Y ademas de todo esto, tiene aun que
prevenir ciertas terribles enfermedades que repentinamente pueden
aparecer en su cultivo y destruirlo en algunos dias.
Entre los piscicultores hay algunos que consiguen asi salvar de toda
desgracia a la morralla que ha de transformar en pescado de peso. En
presencia de su exito, ique triste recuerdo de las cosas humanas se
despierta en nosotros pensando en los miles de criaturas, bien
constituidas para llegar a hombres, que perecen todavia en la cuna! Es
cierto que los ninos recien nacidos o ya de algunos anos estan mas
ligados a nuestro corazon que el salmonete y la trucha, pero no por eso
deja la muerte de llevarselos a miles tambien. Nuestros hospicios para
la infancia, bastante mas preciosos que todos los establecimientos de
piscicultura, no son frecuentemente otra cosa que el vestibulo del
cementerio. Los huevos de la tenca o del barbo, lo mismo que los de
otros peces mas exquisitos, son para nosotros menos preciosos que los
ninos confiados a la sociedad por la desgracia y la miseria, y menos
dignos de nuestra defensa contra las asechanzas de la muerte.
Si alguna vez se llega a domesticar completamente el pescado de agua
dulce y suministrarlo a voluntad para la aumentacion publica, sera
ciertamente motivo de jubilo, puesto que todas las vidas inferiores se
emplean aun para alimentar la del hombre; pero no se podra evitar el
recordar con tristeza el tiempo en que todos nadaban en completa
libertad. Contemplando las corrientes de agua regularizadas y reducidas
a cajas cuadrangulares, donde los peces se engordan como esclavos,
nuestros descendientes pensaran con cierta tristeza en nuestros arroyos
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