n el rugiente pozo, donde debe hallarse la paz.
Frecuentemente se ve llegar un insecto que hace esfuerzos o que intenta
subir sobre una hoja flotante, arrastrado tambien hacia el precipicio.
Se le ve agitar sus patas y antenas a la desesperada, se mueve y
retuerce en todas direcciones, pero en cuanto ha sentido la invencible
atraccion, cuando ha empezado a describir con la masa de agua la gran
curva de la caida, cesa repentinamente todos sus movimientos
abandonandose a su destino. Del mismo modo, un indio y su mujer, remando
en su piragua, a corta distancia de la catarata del Niagara, fueron
cogidos en un violento remolino y arrastrados hacia la caida. Durante
largo rato intentaron luchar contra la terrible presion; los asustados
espectadores que estaban en las orillas creyeron durante un momento que
conseguirian dominar la corriente; pero no; la piragua, vencida en su
esfuerzo, cede y cede sin cesar; la arrastra la corriente; se acerca a
la terrible curva, se ha perdido toda esperanza. Entonces los dos
indios cesan de remar, se cruzan de brazos, miran con serenidad el
turbulento espacio que les rodea y altivos hasta en la muerte, como es
propio a los heroes, desaparecen en la inmensa tromba.
Contemplada por la mirada de la ciencia en el infinito de las edades, la
cascada en si no es un fenomeno menos pasajero que los insectos o los
seres humanos arrastrados hacia el abismo, porque tambien ella ha nacido
y desaparecera. En la superficie de la tierra todo nace, envejece y se
renueva como el planeta mismo. Todo valle, cuando fue recorrido la
primera vez por el rio o el arroyo que hoy lo bana, estaba bastante mas
accidentado que en la actualidad; la graciosa sucesion de fisuras y de
charcos, no ofrecia mas que una serie de lagos unidos y de cascadas que
se sumergian en ellos; pero poco a poco la pendiente se ha determinado,
los huecos se han llenado de aluvion, las cascadas que desgastaban
gradualmente la roca se convirtieron en torrentes y despues en arroyos
pacificos. Tarde o temprano la corriente descendera hacia el mar,
siguiendo un curso tranquilo y regular. Al fin, toda irregularidad
desapareceria si la tierra, al envejecer por un lado, no rejuveneciera
por otro. Si hay montes que desaparecen, roidos por el tiempo y la
intemperie, hay otros que surgen empujados hacia la luz por fuerzas
subterraneas; mientras unos rios se secan lentamente absorbidos por el
desierto, otros torrentes nacen y crecen; unas cascadas se o
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