en gozar de la belleza de las
aguas corrientes. El desgraciado que se pasea por holgazaneria y para
"matar el tiempo", que no sabe en que emplear, ve en todas partes
objetos que le aburren, hasta en las cascadas, en los remolinos, en las
hierbas ondulantes del fondo y en los torbellinos de espuma.
Para saborear todo cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del
arroyo, es preciso que el derecho de la pereza haya sido vencido con el
trabajo y que el espiritu cansado tenga necesidad de adquirir nuevo
aliento contemplando la naturaleza. El trabajo es indispensable para
quien desea gozar del reposo, lo mismo que el recreo cotidiano es
necesario al obrero para renovar sus fuerzas. No habra tranquilidad en
el mundo, ni equilibrio inestable en la sociedad, mientras los hombres,
condenados en numero infinito a la miseria, no tengan todos, despues de
la diaria tarea, un momento de descanso para regenerar el vigor y
mantenerse asi con la dignidad de seres libres y pensantes.
Juguetear por la orilla del agua es un reposo agradable y un poderoso
remedio para no llegar al nivel de las bestias. Desde que lei no se
donde, en la prosa de un autor latino, que Escipion el Joven y su amigo
Loelius gustaban de distraerse paseando por la orilla de los arroyos,
siento hacia ellos cierta simpatia. Es verdad que Escipion era un
guerrero que hizo matar y mato muchos hombres honrados que defendian su
patria contra la invasora Roma y saqueo e incendio muchas ciudades; pero
a pesar de sus crimenes, que son los de todos los enemigos del hombre,
no era un conquistador vulgar, puesto que en vez de exhibirse
orgullosamente en actitud majestuosa entre sus conciudadanos, no se
creia rebajado divirtiendose como un nino de aldea, y se entretenia
arrojando pedazos de madera al agua y lanzando piedras llanas sobre la
superficie para verlas resbalar y saltar por encima del arroyo. Los
graves historiadores no creen digno consignar ese titulo de gloria del
gran guerrero, pero, a pesar de ellos, es el que mas acreedor le hace a
la simpatia de la posteridad.
Pero no nos es necesario buscar ejemplos en la antigueedad romana para
poder gozar sencillamente de la naturaleza. No es tampoco necesario
examinar polvorientos libros para convencernos de que es agradable y
bueno pasear por las margenes del arroyo contemplando su variado
aspecto. Todas las imagenes graciosas de sus saltos, de sus rizadas
ondas y sus bordados de espuma, nos reponen bien pronto d
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