n del molino, el arbol motor rodaba y rodaba como el genio del
caseron; ruedas dentadas, correas tendidas de uno a otro extremo del
local, transmitian el movimiento a las rechinantes muelas, a la tolva
oscilante, con ruido seco, a una porcion de artefactos de madera o
metal, que cantaban, crugian o gritaban en hermoso concierto. La harina,
que salia como humo de los granos molidos, flotaba en el aire de la
casa, blanqueando todos los objetos con su fino polvillo; las telaranas
colgadas en las vigas del techo estaban rotas por el peso que las
cargaba y se balanceaban como blancos cordajes; las huellas de nuestros
pasos se marcaban en negro sobre el piso.
En el inmenso estruendo que producian todos aquellos engranajes, muelas,
aparatos, y hasta las paredes mismas, apenas se podia oir mi propia voz
por mas que ni siquiera osaba hablar, preguntandome si el habitante de
este extrano caseron no seria brujo o hechicero. Su hijo, mi companero
de colegio, me parecia menos temible, y en ciertas ocasiones no tenia
miedo de ir con el a todas partes; sin embargo, no podia remediar el
error de ver en mi simpatico amiguito un ser misterioso, con cierto
dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. Conocia todos los secretos
del fondo del agua; nos decia el nombre de hierbas y peces; podia
distinguir en la arena o el cieno movimientos imperceptibles a nuestras
miradas y revelarnos dramas intimos solo por el visibles. Sus companeros
le creiamos anfibio, no defendiendose apenas de nuestras acusaciones.
Habiase paseado por el cauce del arroyo hasta en los sitios mas
profundos y media con exactitud extrana los remolinos que nuestras
perchas no alcanzaban a sondear. Conocia tambien la fuerza de la
corriente en todos los puntos contra la cual habia luchado nadando o con
los remos; mas de una vez habia estado proximo a ser arrastrado por las
ruedas y triturado entre los engranajes; pero familiarizado con el
peligro, lo desafiaba resueltamente, contando con su fuerza y con una
cuerda que le arrojarian en ultimo caso. Uno de sus hermanos, menos
afortunado, hallo la muerte en una concavidad de la roca, a donde le
arrastro un remolino. Nosotros mirabamos asustados el paraje siniestro
al que el padre, lleno de un horror sagrado, habia hecho arrojar piedra
y tierra.
El misterio que para nosotros rodeaba al viejo molino, no envolvia a la
gigantesca fabrica, situada bastante mas abajo, en la llanura, donde el
arroyo ha recibido ya a todos sus afluen
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