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deben alejarse del hogar y sucederse al servicio de las maquinas, que
trabajan sin tregua ni descanso, lo mismo que la corriente del arroyo
que las pone en movimiento. Con frecuencia, la honrada casita se
encuentra completamente vacia, a menos que en cualquier rincon no quede
algun nino de teta, reclamando inutilmente la presencia de su madre con
llantos desesperados o enternecedores suspiros. La pobre criatura,
envuelta en humedos panales, crece raquitica a causa de la falta de aire
o de cuidados, y tarde o temprano sera roida por el escrofulismo a menos
que una enfermedad cualquiera, tisis, sarampion o colera no se la lleve
en sus primeros anos.
Por esta razon no todo es alegria y felicidad en las orillas del
encantador arroyo, donde la vida parece ser tan agradable, donde parece
natural que todos se amen y gocen de la existencia. Tambien alli la
guerra social produce sus estragos; tambien alli los hombres aparecen
envueltos en ese torbellino de "la lucha por la existencia." Lo mismo
que en la gota de agua las monadas y los vibriones procuran arrancarse
la presa unos a otros, igual sobre las margenes cada planta busca quitar
a la vecina su parte de sombra y humedad. En el arroyo el sollo se
arroja sobre la espinola, y esta a su vez sobre el gubio: todo animal
es para otro un cebo, un plato ya servido. Entre los hombres, la lucha
no ofrece ese aspecto de tranquila ferocidad, pero nos miramos unos a
otros con rencor y odio, envidiosos del manjar que nuestro hermano se
lleva a la boca, al cual no todos tenemos derecho, segun parece. Los
espectros del hambre y la miseria se levantan tras nosotros, y para
evitar que nosotros y nuestras familias seamos presas de sus terribles
garras, corremos todos tras la fortuna, aunque la hayamos de conquistar,
directa o indirectamente, en detrimento de nuestros semejantes. Sin duda
esto nos entristece a muchos, pero movidos por el engranaje, igual que
el martillo-pilon que se levanta y aplasta, aplastamos tambien nosotros
sin querer hacer dano.
?Tendra fin esta lucha feroz, por la existencia entre los hombres
nacidos para amarnos? ?Seremos siempre enemigos unos de otros? Los ricos
?se abrogaran eternamente el derecho de despreciar a los pobres, y estos
a su vez, condenados a la miseria, no cesaran de contestar al desprecio
con el odio y a la opresion con el furor? No; no sera siempre asi.
En su amor a la justicia, la humanidad, que cambia incesantemente, ha
empezado ya su evol
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