bajo geologico
de la corriente, trabajo colosal que se continua sin cesar. No obstante,
el silencio mas profundo impera a su alrededor. Sentado a la sombra de
un sauce, se intentaria en vano percibir el murmullo de la villa de
Arles, de la que se ve, con solo ponerse en pie, sus arcadas romanas y
torres sarracenas. El unico que se oye es el de las locomotoras y los
vagones que ruedan al otro lado del rio haciendo trepidar el suelo. No
se les ve, pero su trueno lejano se armoniza tan bien con la inmensidad
del Rodano, que parece la voz del rio. Nos parece que el hijo del mar,
debe tener, como el oceano, su eterno y formidable estruendo.
Mas abajo de su bifurcacion, los dos rios presentan largas sinuosidades
en su cauce. Las aguas lanzadas de una a otra orilla banan el pie de la
ultima colina y reflejan las torres de la ultima ciudad. Ya el humo que
se levanta de las casas se confunde con las lejanas brumas, y en las
orillas, pobladas de arboles de dorada corteza, no aparecen mas que
cabanas y raras quintas medio ocultas en la verdura. Por fin, la ultima
casa queda detras, y nos encontrariamos completamente solos si algunas
obscuras embarcaciones, parecidas a grandes insectos, no bogaran por el
rio. Los arboles de la orilla no se suceden con tanta frecuencia y son
menos altos; un poco mas abajo ya no hay mas que maleza, y luego, hasta
las plantas desaparecen: no queda otra vegetacion que la de las canas
sobre el suelo aun fangoso, saliendo apenas por encima del agua
terrosa.
En este paraje la naturaleza se presenta tal cual era hace millares de
siglos antes de que el hombre se instalara en la orilla de los rios y
los arroyos que lo alimentan. Como en los tiempos del pleriosauro, la
tierra y el agua se confunden en un caos: bancos de cieno, islas
emergiendo aqui y alla, pero apenas distintas del agua que las bana,
brillan como ella y reflejan las nubes del espacio. Lienzos liquidos se
extienden entre estos islotes, pero no se mezclan con el lodo del fondo:
son cieno mas liquido que el barro de las orillas. Por todas partes se
esta rodeado de tierra en formacion y, no obstante, nos encontramos ya
como en medio del mar; tan hermoso es el paraje en que nos encontramos.
Es que, en efecto, todo el espacio abarcado con la mirada era en otro
tiempo mar. El rio lo ha llenado poco a podo, pero el suelo, de reciente
formacion, no esta todavia afirmado. Sin inmensos trabajos de
desecacion, es probable que jamas estuviera en condic
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