s olas de tempestad y sus corrientes y
contra-corrientes, pasea el agua de todos los rios de una a otra
extremidad del globo. La gota salida de una roca en las entranas del
monte, da la vuelta al planeta, purificada del aluvion que contenia,
disuelve las moleculas salinas, y de onda en onda, segun los parajes que
atraviesa, cambia de peso especifico, de salinidad, de color y de
transparencia; la fauna infinitamente pequena que la habita, se
modifica tambien en los diversos climas: tan pronto son animaculos
fosforescentes los que la pueblan y la hacen brillar durante las noches,
como infusorios que la hacen parecerse a una mancha de leche. Su
temperatura varia constantemente. En los mares polares la gota se
transforma en un pequeno cristal de hielo; en los mares ecuatoriales se
entibia bastante para que los corales puedan depositar sus moleculas de
piedra.
Comparado con el oceano sin limites, el arroyo de la montana no es nada,
y sin embargo, sus aguas, divididas hasta el infinito, se verian en
todos los mares y en todas las riberas si fuera posible seguirlas con la
vista en todo su inmenso recorrido.
Para cada gota marina que corrio en otro tiempo por el arroyo, difiere
la duracion del viaje; una, apenas entrada en el oceano, es absorbida
por las frondas de una alga marina y sirve para hinchar sus tejidos;
otra es absorbida por un organismo animal; una tercera, retenida por un
cristal de sal, se deposita en una playa arenosa y otra aun se cambia en
vapor y vuela invisible por el espacio. Este es el camino que toma mas o
menos pronto toda molecula acuosa. Libertada por su expansion repentina,
escapa de los lazos que la detenian en la superficie horizontal de los
mares y se levanta en la atmosfera, por donde viaja como viajaba por el
oceano, bajo otra forma. El vapor de agua asciende asi por toda la masa
aerea, hasta por encima de los ardientes desiertos, donde en cientos de
leguas no corre ni un solo hilo de agua; sube a los limites extremos
del oceano atmosferico, a sesenta kilometros de altura sobre la
superficie del mar, y, sin duda, una parte de este vapor halla tambien
camino hacia otros sistemas planetarios porque los bolidos que
atraviesan los cielos estrellados formando flechas luminosas y arrojan
sus chispas sobre el suelo, deben, en cambio, llevarse consigo un poco
de aire humedo que oxide su superficie.
Sin embargo, el vapor de agua que se escapa de la esfera de atraccion
terrestre para ir con los bolido
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