a del desfiladero, al lado de la barricada que contiene las
aguas del lago, y sobre la cual cae el agua sobrante en debil cascada.
Los troncos de pino, los pies derechos y contrafuertes que sostienen
solidamente el dique, se retiran con cuidado; luego, a una senal, la
traviesa que servia de cerrojo a la enorme puerta, es precipitada al
fondo, la compuerta se levanta y la masa impetuosa del agua corre con
furor hacia la salida que le acaban de abrir. Levantada del centro para
salir por el orificio en columna poderosa, se precipita en cataratas
para convertir en rio tumultuoso el tranquilo arroyo que corria sin
ruido por las profundidades del desfiladero. Pero el nuevo rio no corre
solo; arrastra con el toda la madera amontonada en el deposito lacustre.
Los troncos se dirigen hacia la salida como enormes reptiles; se chocan,
ruedan y saltan; luego, inclinandose por la cascada, se juntan y dan
vueltas, ensenando a traves de la espuma las rojas manchas del hacha, y
desaparecen un instante en el abismo para surgir mas lejos en el hervor
del agua, y resbalarse oscilando sobre la corriente rapida. Asi se
suceden en una serie de inmersiones los troncos que no ha mucho se
balanceaban en el bosque, produciendo murmullos que eran la voz del
monte. Todos los ruidos aislados se pierden en el estruendo de ese lago
y esa selva que desaparecen juntos por el sonoro valle.
Lanzados por la fuerza de proyeccion del gran deposito, los troncos
corren precipitadamente unos tras otros, y detras de ellos, por el
pedregoso camino que baja serpenteando por la ladera, corren los
lenadores. Marinos a su modo, tienen que dirigir la navegacion de la
flotilla de madera. Al principio les basta con seguir a lo largo del
torrente, pero muy pronto es necesario que intervengan directamente, y
entonces los intrepidos companeros necesitan todo el vigor de sus agudos
ganchos, toda la agilidad de sus brazos, toda la habilidad de su mirada
y toda la energia de su voluntad. Si un palo se detiene dando vueltas
en un remolino, un lenador lo ha de sacar de la atraccion del
torbellino; armado de su bichero salta de saliente en saliente hasta
llegar al margen del agua con grave peligro de caer en el circulo
liquido; se deja entonces caer hasta cerca del agua, casi suspendido de
una fuerte raiz, y con su gancho, empuja al tronco hacia el hilo de la
corriente haciendole salir del circulo fatal. Mas lejos, otro tronco ha
sido cogido entre el promontorio y una anfractuos
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