partes de su lecho para elevar otras, es ahora el auxiliar directo del
hombre para tejer ropas y moler granos. Guiado por el ingeniero, el
movimiento torpe del agua sigue la direccion que se le traza, y se la ha
distribuido por las mas finas pinzas y delicadas brochas, igual que por
los mas fuertes engranajes de la poderosa maquina. Su impulso indirecto
rompe y tritura cuanto ponen bajo el martillo-pilon y estira los metales
pasados por el laminador; pero sabe tambien elegir y juntar los hilos
casi imperceptibles, amalgamar los colores, afelpar las telas y realizar
a la vez los mas diversos trabajos, los que ni siquiera podia sonar un
Hercules, y los que no podrian realizar los habiles dedos de un Aracneo.
Dando su fuerza a la maquina, el arroyo se ha convertido en un
gigantesco esclavo, reemplazando el solo a los millares de prisioneros
de guerra y la servidumbre de mujeres que llenaban los palacios de los
reyes; toda la labor de estos tristes animales encadenados, sabe el
torrente hacerla mejor que jamas fue hecha, iy cuantas otras cosas haria
ademas! Bien utilizada, una catarata como la del Niagara animaria las
maquinas suficientes para realizar todo el trabajo de una nacion.
Incalculables son las riquezas con que la fabrica ha enriquecido a la
humanidad, y estas aumentan cada ano, gracias a la fuerza que se sabe
sacar de los combustibles, y gracias tambien al empleo mas sabio y
general que se da a las aguas corrientes que ruedan por el inclinado
cauce del arroyo. Y, sin embargo, esos productos tan numerosos que salen
de las fabricas para enriquecer a la humanidad entera, e iniciar de
cambio en cambio a los mas lejanos pueblos en una civilizacion superior,
no alcanzan a todos los hombres, dejando en la mas negra miseria a los
que los producen. No lejos de la majestuosa fabrica, cuyos monstruos de
hierro han costado tanto; no lejos de esa magnifica residencia senorial,
rodeada de hermosos arboles exoticos, importados con grandes gastos del
Himalaya, del Japon y de California, pequenitas casas de ladrillo,
ennegrecido por la hulla, se alinean en medio de un espacio lleno de
amontonamientos antiesteticos y de charcas de agua fetida. En esas
humildes habitaciones, menos repugnantes, es cierto, que los tugurios de
los siervos dominados por el castillo del senor feudal, las familias se
reunen raramente alrededor de la misma mesa; unas veces el padre, otras
la madre o los hijos, llamados por la inexorable campana de la fabri
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