las desembocaduras de los rios que bajan de los
Apeninos al Mediterraneo, multitud de pinos, sorprendidos de repente por
la inundacion, van a perderse en el mar y convertirse en islas flotantes
que los marinos extranjeros toman por escollos. Los barqueros que se
lanzan en busca de los troncos extraviados, van a pescarlos como
cachalotes, y los conducen atados a la popa de sus barcas.
Mas o menos pronto, esta industria de armadia, actualmente relegada a
los mas lejanos e inaccesibles montes, dejara de existir. Las carreteras
y caminos de facil transito, van subiendo desde los valles hacia los mas
inaccesibles promontorios, y llegaran a sitios los mas elevados de los
montes; los caminos de hierro y todas las poderosas maquinas inventadas,
vienen a ponerse tambien al lado del lenador para facilitarle su tarea;
los bosques combatidos por los agricultores, se baten en retirada hacia
las altas cimas, y alli donde se mantengan, donde conquisten extension,
tomaran un aspecto nuevo, porque los arboles en vez de crecer en
libertad, se plantan en todas partes a distancias regulares y crecen
bajo la vigilancia de guardabosques que los cortan antes de la edad.
Nuestros descendientes no conoceran mas que por tradicion la flota de
armadias, rudo empleo de la navegacion, que sin duda inspiro a los
salvajes ascendientes de Cook y de Bougainville la idea de aventurarse
sobre las olas del oceano. Disciplinadas en lo sucesivo las aguas del
arroyo, ni siquiera nos serviran para transportar a nuestras
poblaciones astillas y lena para el fuego.
CAPITULO XVIII
#El agua de la ciudad#
En nuestros paises de la Europa civilizada, donde el hombre interviene
por todas partes para modificar la naturaleza a su gusto, el arroyo cesa
de ser libre y se convierte en cosa de los habitantes de sus riberas. Lo
utilizan, segun les conviene, para regar las tierras o para moler el
trigo. Pero, frecuentemente, no saben utilizarlo con inteligencia y lo
aprisionan entre murallas mal construidas que la corriente derriba;
conducen el agua hacia hondonadas donde se estaciona en charcas
pestilentes; las llenan de basura que debiera servir de abono a sus
campos y transforman el alegre arroyo en lugar inmundo.
A medida que se va acercando a la gran ciudad industrial, el arroyo se
llena de impurezas. Las aguas de las casas inmediatas se mezclan a su
curso; viscosidades de todos los colores alteran su transparencia,
repugnantes haces llenan sus orilla
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