s; infinidad de ratas se ocultan en sus agujeros. Los unicos
seres humanos que se aventuran por tan tristes lugares son albanaleros,
encargados de restablecer la corriente separando los amontonamientos de
barro.
Por fin, la infecta masa llega al rio, desembocando en el pesadamente.
Negra o violacea, se prolonga a lo largo de la orilla, sin mezclarse con
el agua relativamente pura de la corriente, y determinando una linea
sinuosa francamente trazada. Durante larga distancia se ve esta masa
corriendo por un flanco del rio sin mezclarse con el; pero los
remolinos, los reflujos de toda especie causados por los accidentes del
fondo y las sinuosidades de la orilla, consiguen al fin la fusion de las
aguas; la linea que las separaba se borra poco a poco, gruesos y
transparentes borbotones surgen del fondo a traves de la masa cenagosa;
las materias impuras, mas pesadas que el agua que las arrastra, se
depositan en los margenes. El arroyo se purifica cada vez mas, pero al
mismo tiempo deja de ser el mismo, y se pierde en la poderosa corriente
del rio, que lo lleva hacia el oceano. Su pequena masa, gota a gota y
molecula a molecula, se ha confundido con la gran masa: la historia del
arroyo ha terminado, al menos en apariencia.
Pero la boca de la alcantarilla no ha vomitado en el rio toda el agua
que corria entre las margenes sombreadas mas arriba de la ciudad y de
sus fabricas. Mientras que una parte de la corriente sigue su cauce
natural, transformado en foso y luego en canal subterraneo por la mano
del hombre, otra parte del arroyo, arrancado de su curso normal, entra
en un amplio acueducto y se dirige hacia la ciudad, siguiendo el flanco
de las colinas y pasando por enormes sifones por debajo de los
barrancos. El agua, protegida contra la evaporacion por las paredes de
piedra o de metal, llena a su entrada en la ciudad un vasto deposito de
mamposteria, especie de lago artificial donde el liquido se detiene y
purifica. De alli es de donde sale para distribuirse de barrio en
barrio, de calle en calle, por las casas y por los pisos, por conductos
y ramificaciones infinitas y sobre la gran superficie habitada. El agua
es indispensable en todas partes; se necesita para limpiar las calles y
las habitaciones; para beber todos los seres que tienen vida, desde el
hombre y los animales domesticos, hasta la modesta flor que crece en la
maceta de la ventana o en el cesped que humedece el vapor emanado de las
fuentes. Por esas miriadas d
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