ferente, y se convirtio en hombre que reflexionaba
acerca de si mismo y de los objetos que le rodeaban.
Y al propio tiempo que instruia a mi companero, me instruia yo, porque,
procurando explicar al pastor los fenomenos de la naturaleza, los
comprendia yo mejor, y era mi propio alumno.
Solicitado asi por el doble interes que me inspiraban el amor a la
naturaleza y la simpatia por mi semejante, intente conocer la vida
presente y la historia pasada de la montana en que viviamos, como
parasitos en la epidermis de un elefante. Estudie la masa enorme en las
rocas con que esta construida, en las fragosidades del terreno que,
segun los puntos de vista, las horas y las estaciones, le dan tan gran
variedad de aspecto, ora graciosos, ora terribles; la estudie en sus
nieves, en sus hielos y en los meteoros que la combaten, en las plantas
y en los animales que habitan en su superficie. Procure comprender
tambien lo que habia sido la montana en la poesia y en la historia de
las naciones, el papel que habia representado en los movimientos de los
pueblos y en los progresos de la humanidad entera. Lo que aprendi lo
debo a la colaboracion del pastor, y tambien, para decirlo todo, a la
del insecto que se arrastra, a la de la mariposa y a la del pajaro
cantor.
Si no hubiera pasado largas horas echado en la yerba, mirando o
escuchando a tales seres, hermanillos mios, quiza no habria comprendido
tan bien cuanta es la vida de esta gran tierra que lleva en su seno a
todos los infinitamente pequenos y los transporta con nosotros por el
espacio insondable.
CAPITULO II
#Las cumbres y los valles#
Vista desde la llanura, la montana es de forma muy sencilla; es un cono
dentado que se alza entre otros relieves de altura desigual, sobre un
muro azul, a rayas blancas y sonrosadas y limita una parte del
horizonte. Pareciame ver desde lejos una sierra monstruosa, con dientes
caprichosamente recortados; uno de esos dientes es la montana a donde he
ido a parar.
Y el cono que distinguia desde los campos inferiores, simple grano de
arena sobre otro grano llamado tierra, me parece ahora un mundo. Ya veo
desde la cabana a algunos centenares de metros sobre mi cabeza una
cresta de rocas que parece ser la cima; pero si llego a trepar a ella
vere alzarse otra cumbre por encima de las nieves. Si subo a otra
escarpadura, parecera que la montana cambia de forma ante mis ojos. De
cada punta, de cada barranco, de cada vertiente el paisaje apar
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