la trae en remolinos, primero le hace llenar los huecos,
despues suavizar todos los angulos, desplegar sus curvas en los
relieves; a la montana aspera, puntiaguda, salvaje, sucede otra de
perfiles suaves y puros, de majestuosas curvas. Pero a pesar de la suave
pureza de sus lineas, no pierde su formidable apariencia el gigante.
Yerguense rocas perpendiculares y fragosas, en las cuales no ha podido
sostenerse la nieve, sobre inmensas pendientes de blancura
deslumbradora, y el contraste hace parecer negras las paredes. Nos
sobrecoje el espanto al contemplar esas murallas prodigiosas que se
recostan en la nieve como acantilados de carbon en la arillo de un
Oceano polar.
En esta transformacion, cambia mas el aspecto de las llanuras que el de
las protuberancias de la montana. Al desplomarse por todas partes las
nieves han cegado las cavidades, han nivelado los huecos, han borrado
las quebraduras secundarias del terreno. Cubiertos estan torrentes y
cascadas; todo descansa, helado, bajo aquel inmenso sudario. Hasta los
lagos quedaron sepultados: el hielo de su superficie tiene encima
enormes capas de nieve, y a veces no se sabe encontrar el sitio de sus
cuencas. Si acaso, alguna hendidura permite ver en el fondo de un abismo
la superficie del lago, tranquila, negra, sin su reflejo: parece un
pozo, una sima sin fondo.
Por bajo de las grandes cumbres y de los circulos superiores, donde se
amontona la nieve en capas altas como casas, se ven a medias los bosques
de abetos. En cada una de las ramas extendidas tiene cada arbol el peso
de nieve que puede resistir sin romperse; los ramajes entretejidos
forman juntos bovedas, en las cuales se agrupan masas de nieve en
cupulas desiguales: unicamente algunas ramas rebeldes se escapan de la
prision de hielo y apuntan al cielo con sus flechas de color verde
obscuro, casi negro, que sostienen en los extremos pesada carga nivea.
Cuando sopla el viento sobre esas ramas, caen con ruido metalico trozos
de nieve helada. Un movimiento vibratorio general agita el bosque
oculto y el brillante techo que lo cubre. A veces hay una rotura,
desprendese un alud en lo interior y aparece un precipicio, que
continuara abierto hasta que lo oculte otra borrasca con un puente de
hielo. A grandes peligros se expondria el viajero que se extraviase en
invierno en ese bosque, que recorre tan comodamente en invierno, en
verano, pisando hierba, a la sombra de poderosos arboles. Expondriase a
cada paso a caer en
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