eparado los caminos, ha limpiado el techo y el jardin,
y despues espera que el sol haga lo demas. Ya las solanas o pendientes,
bien expuestas a los rayos del mediodia, empiezan a salir del blanco
sudario que las envuelve; aqui y alla reaparecen, a traves de la capa de
nieve, la tierra, la pena y la mata, y esos espacios negruzcos van
aumentando de tamano. Parecen grupos de islas que crecen incesantemente
y acaban por juntarse. Disminuyen en numero y en extension con manchas
blancas; fundense, y parece que suben gradualmente la pendiente
montanosa. Los arboles del bosque, libres de entumecimiento, empiezan su
tocado primaveral; ayudados por los pajarillos que vuelan de rama en
rama, sacuden la carga de escarcha y nieve que les pesaba y banan en
libertad sus retonos en la tibia atmosfera.
Debajo de la capa protectora de las nieves, la temperatura del suelo no
ha bajado tanto como en la superficie exterior, barrida por los vientos
frios, y durante los largos meses de invierno, depositos diminutos de
aguas, que semejan gotitas en un vaso diamantino, existen bajo los
hielos. En la primavera, esos depositos, hacia los cuales se dirigen
todos los hilillos de nieve fundida, no bastan para encerrar la masa
liquida. Las cubiertas heladas se quiebran, las hoyas se desbordan y el
agua procura abrirse camino bajo la nieve. En cada barranco, en cada
depresion del suelo, se verifica el mismo trabajo oculto, y el torrente
del valle, alimentado por tanto riachuelo que baja de las alturas,
reanuda su carrera, interrumpida por el frio invernal. Primero pasa como
un tunel bajo la nieve amontonada; despues, gracias a los incesantes
progresos de la fusion, ensancha el cauce, levanta las bovedas, hasta
que llega el momento en que la masa que lo domina no puede sostenerse, y
se derrumba como el techo de un templo cuyos pilares se hubieran
bamboleado. Abrense fugas tambien en las masas nevadas que llenan el
fondo de los valles; si nos inclinamos al borde de uno de esos
precipicios, veremos en el fondo algo negro bordado, como con encaje,
por un poco de espuma; es el agua del torrente, y el sordo murmullo de
los guijarros que rozan unos contra otros, sube por la tenebrosa
abertura.
A este primer socavamiento de la nieve suceden otros, mas numerosos cada
vez, y pronto el torrente, recobrada en gran parte su libertad, no le
queda sino derribar los diques formados por las nieves mas espesas y mas
compactas. Algunas de estas murallas resisten sem
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