arente. Otras veces, la pesada masa de las
nubes borra las cimas, las pendientes superiores, toda la alta montana,
como si el cielo ceniciento u obscuro descendiera hasta la tierra: el
monte se aleja y se aproxima segun el juego de los vapores que se
adelgazan y se espesan. De pronto, todo desaparece desde la base hasta
el vertice; la montana se ha perdido enteramente entre las brumas,
despues baja la tormenta desde las cimas, fustiga aquel mar de pesados
vapores y aparece de nuevo el gigante, "negro y triste, entre el vuelo
eterno de las nubes."
CAPITULO IX
#La niebla y la tormenta#
Nos encontramos como en un mundo nuevo, temible y fantastico a un
tiempo, cuando recorremos la montana entre la niebla. Hasta subiendo un
sendero trillado, de facil pendiente, experimentamos cierto miedo al
contemplar las formas que nos rodean, cuyo incierto perfil parece
oscilar en la bruma, que se va espesando y aclarando alternativamente.
Hay que tener mucha intimidad con la naturaleza para no sentir inquietud
al verse cautivo de la niebla; el objeto mas chico adquiere proporciones
inmensas, infinitas. Algo vago y obscuro parece venir a nuestro
encuentro para apoderarse de nosotros. Parece una rama y hasta un arbol
lo que no es mas que un tallo de hierba. Creemos que un circulo de
cuerdas nos cierra el camino, y luego es una misera tela de arana. Un
dia que la niebla tenia poco espesor, me detuve lleno de admiracion ante
un arbol gigantesco, que se retorcia los brazos como un atleta en lo
mas alto de un promontorio. Nunca habia yo tenido el gusto de ver arbol
mas fuerte y mejor colocado para luchar heroicamente con la borrasca:
largo tiempo lo estuve contemplando, pero poco a poco lo vi acercarse a
mi y achicarse al propio tiempo. Cuando el sol vencedor disipo la
niebla, el soberbio tronco quedo reducido a debil arbolillo nacido en
una cercana hendidura de roca.
El viajero perdido, descarriado entro la niebla, en medio de precipicios
y torrentes, se encuentra en situacion realmente terrible; acechanle por
todas partes el peligro y la muerte. Tiene que andar, y andar de prisa,
para alcanzar lo antes posible el terreno llano del valle o las
pendientes faciles de los montes y encontrar algun camino de salvacion;
pero en la vaguedad de las cosas nada puede servir de indicio y todo
parece un obstaculo. A la derecha huye la tierra: se cree estar al borde
de un abismo; a la izquierda se yergue un penasco: su pared parece
inac
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