s, todos esos seres quimericos se hacinan
en el caos espantoso. Hay millares de piedras amontonadas en el
desfiladero, y cualquiera de ellas podria servir de cantera y bastar
para la construccion de pueblos enteros.
Esos conjuntos caoticos, que miro con tanta admiracion, y en cuya
entrana penetro no sin titubear, son poca cosa comparados con algunas
montanas derrumbadas, cuyos restos cubren distritos de gran extension.
Hay masas montanosas cuyos vertices se componen de compacta y pesada
roca que descansan sobre capas faciles de desmenuzar por las aguas. En
semejantes masas, las caidas de piedras son un fenomeno normal, como los
aludes y la lluvia, y siempre debe mirarse a la cima por si se prepara
el desprendimiento. En una region no muy lejana, llamada el pais de las
ruinas, hay dos montanas que, segun cuentan los habitantes, combatieron
en otro tiempo una contra otra. Ambos gigantes de piedra, animados por
un soplo vital, se armaron con sus propias rocas para destrozarse y
demolerse mutuamente. No lo consiguieron, porque aun siguen en pie, pero
es facil de imaginar el prodigioso hacinamiento de penas que, desde
aquel combate, cubren a lo lejos las llanuras.
A veces el hombre, a pesar de su debilidad, ha querido imitar a la
montana, con el unico fin de aplastar al projimo. Especialmente en los
desfiladeros, en los sitios en que al estrecho alfoz dominan tajos
escarpados, era donde se reunian los montaneses para hacer rodar los
penascos sobre las cabezas de sus enemigos. De esa manera, ocultos los
vascongados detras de las malezas en las pendientes de las montanas de
Altabiscar, esperaban al ejercito frances del paladin Roldan, que debia
penetrar en el estrecho paso de Roncesvalles. Cuando las columnas de
soldados extranjeros, semejantes a larga serpiente que se escurre por
una rendija, llenaron el desfiladero, oyose un grito y desplomose un
diluvio de penascos sobre la muchedumbre que pasaba por debajo. El
arroyo del valle se aumento con la sangre que salia de las aplastadas
carnes, como el vino del lagar, y arrastro humanos cuerpos y miembros
triturados como arrastraba los guijarros en tiempo de tormenta.
Perecieron todos los guerreros francos, confundidos unos con otros en
sangrienta masa. Todavia se ensena al pie del Altabiscar el sitio en que
murio el paladin Roldan con sus companeros, pero las piedras que
aplastaron a su ejercito tiempo ha que estan cubiertas bajo una alfombra
de brezos y de juncos.
El resul
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