tice es
bastante alto para ver el sol, dominando la curva de la tierra; se
ilumina como con una chispa: parece uno de esos prodigiosos diamantes
que, segun las leyendas del Indostan, fulguraban en la cumbre de las
montanas divinas. Subitamente desaparecio la llama; desvaneciose en el
espacio. Pero no dejeis de mirar; al reflejo del sol sucede el de los
purpureos vapores del horizonte. Iluminase de nuevo la montana, pero con
mas suave brillar. Parece que no existe la roca dura bajo su vestidura
de rayos: solo queda un espejismo; una luz aerea: parece que el soberbio
monte se desprendio de la tierra y flota en la pureza del cielo.
Asi contribuye el enrarecimiento del aire en las altas regiones a la
belleza de las cimas, impidiendo a la suciedad de la atmosfera baja
llegar hasta las cumbres, pero tambien obliga a los invisibles vapores
salidos del mar y las llanuras a condensarse y a engancharse como nubes
en las laderas de la montana. Generalmente, el vapor de agua suspendido
en las capas inferiores del aire no se encuentra en cantidad bastante
considerable para convertirse en nube y caer trocada en lluvia: la
atmosfera en que flota la sostiene en estado de gas invisible. Pero en
cuanto la capa de aire suba al cielo, llevando consigo el vapor, se
enfriara gradualmente, y pronto se revelara el agua, condensada en
moleculas distintas. Parece al principio nubecilla casi imperceptible,
un copo blanco en el cielo azul, pero luego a este copo se anaden otros,
y constituyen un velo cuyos desgarrones permiten a la mirada que penetre
en las profundidades del espacio, y por fin se presentan como espesa
masa, arrollandose en cilindros o hacinandose en piramides. Algunas de
estas nubes se yerguen en el horizonte bajo la forma de verdaderas
montanas. Sus crestas y sus cupulas, sus nieves y sus hielos
resplandecientes, sus sombrios barrancos, sus precipicios dibujan todo
su relieve con perfecta limpieza. Lo que hay es que los montes de vapor
son flotantes y fugitivos; formolos una corriente de aire, y otra
corriente puede destrozarlos y disolverlos. Apenas duran algunas horas,
cuando los montes de piedra duran millones de anos; pero en realidad la
diferencia no es grande. Con relacion a la vida del globo, nubes y
montanas son fenomenos de un dia. Minutos y siglos se confunden, cuando
se han sumergido en el abismo de los tiempos.
Las nubes gustan de amontonarse alrededor de las rocas que se alzan al
descubierto: a unas las atrae haci
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