torios. Las mismas cumbres parecen
huir por el horizonte, arrebatadas en frenetico torbellino, en una
especie de galope infernal. Y cuando al acabar la desenfrenada carrera
se llega a la base de la montana, a las llanuras desprovistas (o apenas
salpicadas) de nieve, cuando se respira otra atmosfera y se ve una
naturaleza nueva bajo otro clima, es cosa de preguntar si no se ha
padecido una alucinacion, si se han recorrido en realidad las profundas
nieves por encima de la region de nubes y tormentas.
Pero, durante los dias tempestuosos, la travesia es harto peligrosa para
que el viajero pueda recordarla y conservar memoria exacta de sus
aventuras. El viento levanta sin cesar torbellinos de nieve que ocultan
la ruta o modifican su forma, rebajando taludes y cegando el camino
recorrido ya. Los caballos, habiles para pisar terreno solido, tienen
que atravesar a veces masas de nieve blanda, movediza aun, y mientras
uno se hunde hasta el pretal, otro se encabrita sobre la nieve
amontonada. La tempestad que silba junto a sus orejas, los cristales de
nieve que le entran en los ojos y en las narices y los ternos brutales
de los cocheros, los irritan y casi los enloquecen. El trineo, por el
estrecho camino, se inclina a veces hacia la pared de la montana, a
veces hacia el precipicio; porque el abismo esta alli, se pasa por su
borde, se le sigue a lo lejos en perspectivas inmensas, como si al caer
debiera irse a parar a otro mundo. El cochero ha dejado la fusta, no
lleva mas que un cuchillo en la mano, dispuesto a cortar las riendas si
los caballos, enloquecidos por el terror o resbalando por un talud de
nieve, llegasen a caer por el precipicio abajo.
Terrible es la situacion del caminante desdichado, cuando, al atravesar
las nieves lentamente, le sorprende de pronto una tempestad. Desde
abajo, la gente de la llanura admira comodamente el meteoro. La cumbre
del monte, castigada por el viento, parece que humea como un crater; las
innumerables moleculas heladas que levanta la borrasca se juntan
formando nubes que se arremolinan encima de los picos. Las aristas de
los contornos, esfumadas por esa niebla de nieves giratorias, pierden su
precision, como si flotaran en el espacio. La misma montana parece
vacilar sobre su enorme base. ?Y que es del pobre viajero, cogido en el
torbellino de la tempestad que ruge en las elevadas cumbres? Las agujas
de hielo, lanzadas contra el como flechas, le dan en la cara, amenazan
cegarle y penetran
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