retadas y arremolinadas: se atraen y se rechazan;
amontonase electricidad en los vapores acrecentados; estalla la tormenta
y el mundo inferior se pierde bajo el tumulto tempestuoso.
Ya desencadenada, no siempre sube la tormenta a escalar las alturas que
la dominan: permanece frecuentemente en las zonas bajas de la atmosfera
en que se formo, y el espectador tranquilamente sentado en la hierba
seca de los altos prados iluminados puede ver a sus plantas a las nubes
contrarias batallar enfurecidas. iCuadro tan magnifico como terrible!
Livida claridad exhalan las hirvientes masas; reflejos cobrizos, matices
violados dan al hacinamiento de nubes el aspecto de un horno inmenso de
metal en fusion; parece que se ha abierto la tierra, dejando brotar de
su seno un Oceano de lavas. Los relampagos que brotan en las
profundidades del caos, vibran como serpientes de fuego. La rasgadura
del aire, repercutida por los ecos de la montana, se prolonga en
inacabables tableteos. Todas las rocas parecen lanzar su trueno a un
tiempo. Oyese al mismo tiempo un murmullo sordo que sube de los campos
inferiores a traves de las nubes arremolinadas; es el ruido de la lluvia
o del granizo, el estrepito de los arboles que se rompen, de las rocas
que se hienden, de los aludes de piedra que se desploman, de los
torrentes que se hinchan y mugen, destruyendo los ribazos, pero todos
esos estruendos diversos se confunden al subir hacia la serena montana.
Alla arriba no llega mas que una queja, un gemido que asciende desde la
llanura donde viven los hombres.
Un dia que, sentado en una tranquila cima, con hermoso cielo, veia yo
una tormenta que se agitaba con furor en la base de la montana, no pude
resistir al llamamiento que parecia dirigirseme desde el mundo de los
humanos. Baje para penetrar en la masa negra de los vapores giratorios;
me meti (digamoslo asi) en medio de los rayos, bajo la sucesion de los
relampagos, entre los torbellinos de granizo y de lluvia. Bajando por
una vereda convertida en arroyo, saltaba de piedra en piedra. Exaltado
por el furor de los elementos, por el estampido del trueno, por el
correr de las aguas, por el mugir de los arboles sacudidos, corria con
alegria frenetica.
Cuando recobre la calma y encontre lumbre, pan, vestido seco, todas las
dulzuras de la buena hospitalidad montanesa, casi echaba de menos la
poderosa voluptuosidad que acababa de disfrutar alla fuera. Me parecia
que arriba, entre la lluvia y el viento, habla y
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