anas y meses enteros al
impetu del agua. Aun cerca de las cascadas, conservan tenazmente su
forma masas de nieve convertidas en hielo y rociadas continuamente por
el salto del agua. Parece que se niegan a fundirse. Se ve con frecuencia
delante de la movible catarata del torrente una especie de pantalla
formada por una catarata solidificada, la de las nieves heladas que
detuvieron el curso del torrente durante el invierno.
Reformando su cauce en cada valle que limita la falda del monte, en cada
hondonada que corta sus laderas, el agua de arroyos y torrentes quita a
la nieve de las pendientes el cimiento que le servia de punto de apoyo.
Bajo la accion de la gravedad, tienden entonces a desprenderse los
aludes, y la montana, como un ser animado, hace caer de sus hombros el
nevado traje que la cubre. En todas las estaciones, hasta en lo mas
riguroso del invierno, masas de nieve arrastradas por su peso se
derrumban desde las cimas y las pendientes; pero mientras esos aludes se
componen unicamente de la parte superficial de la nieve, no pasan de ser
un ligero incidente de la vida montanesa. A veces, empero, es la masa
entera de la nieve la que se desprende de las alturas para abismarse en
el valle; el agua que ha penetrado a traves de las capas (heladas aun)
de la superficie ha puesto el suelo resbaladizo y ha preparado el camino
el alud. Llega el momento en que todo un campo de nieve no se encuentra
ya sujeto a la pendiente; cede, y la enorme sacudida que comunica a las
nieves vecinas las hace ceder tambien. Toda la masa se precipita a un
tiempo por la vertiente de la montana, llevandose por delante todo
cuanto encuentra en el camino, troncos de arboles, piedras y penascos.
Arrastrando consigo las cercanas capas de aire, derribando hasta bosques
distantes, el formidable derrumbamiento barre de una vez todo un lado de
la montana en una extension de muchos centenares de metros, y el valle
se ve cegado en parte. Los torrentes que van a chocar con el obstaculo
tienen que convertirse temporalmente en lagos.
Con terror hablan montaneses y viajeros de estas masas de aludes. Asi es
que numerosos valles, mas expuestos que otros, han recibido nombres
siniestros, como _Valle del Espanto_ o _Desfiladero del Terremoto_, que
les dan los dialectos locales. Un valle conozco, terrible sobre todos
los demas, en que no entran nunca los acemileros sin llevar la vista
fija en las alturas. Especialmente en los hermosos dias de primavera,
cuand
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