Clara se aterro al oir en boca de su madre aquella diatriba. Se
represento en su mente al Comendador como a un personaje endiablado; y,
acordandose del tierno beso que de el habia recibido, se lleno toda de
espanto y de vergueenza.
Don Valentin, con el recuerdo del Comendador, que le traia a la
imaginacion mejores tiempos, cuando el estaba menos viejo y menos
sumiso, se sentia, contra su costumbre, con animo de contradecir y no
someterse del todo. Asi es que dijo:
--iValgame Dios, mujer, que falta de caridad es esa! Eres injusta con
nuestro antiguo amigo. No te negare yo que era algo _esprit fort_ en su
mocedad pero ya se habra enmendado. Por lo demas, siempre fue el
Comendador pundonoroso, hidalgo y bueno. ?Que tienes tu que decir contra
su moralidad?
--Callate, Valentin, que no dices mas que sandeces. Y las llamo
sandeces, por no calificarlas de blasfemias. ?Que moralidad, que
hidalguia, que virtud puede haber donde faltan la religion y las
creencias, que son su fundamento? Sin el santo temor de Dios toda virtud
es mentira y toda accion moral es un artificio del diablo para enganar a
los bobos que presumen de discretos y que no subordinan su juicio a los
que saben mas que ellos. Ya lo he dicho y lo repito: el Comendador
Mendoza era un impio y un libertino, y seguira siendolo. Nosotros iremos
a visitarle para no chocar, procurando no hallarle en casa y ver solo a
dona Antonia y a su bendito marido. En cuanto a Clarita, se buscara un
pretexto cualquiera para que no salga mas con Lucia, exponiendose a ir
en compania de ese renegado, jacobino, volteriano y ateo. Primero
confiaria yo a Clara al cuidado de la mas vil y pecadora de las mujeres.
Esta mujer, con el auxilio de la religion, puede regenerarse y llegar a
ser una santa; pero de quien niega a Dios o le aborrece, del empedernido
de toda la vida, ?que esperanza es licito concebir?
Clarita y D. Valentin se compungieron y amilanaron con el sermon de Dona
Blanca, y nada supieron contestarle.
Quedo, pues, resuelto que Clarita, por culpa del Comendador y para que
no se contaminase, no volveria a pasear con Lucia.
X
Las resoluciones de Dona Blanca Roldan eran irrevocables y efectivas.
Ella sabia darles cumplimiento con calma persistente.
Una manana, despues de oir misa con D. Valentin, estuvo Dona Blanca a
visitar a Dona Antonia y a felicitarla por la venida de su cunado; y fue
con tal tino, que no se hallaba el Comendador en casa.
Ni antes ni des
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