dorados por la luz; pero sus bases estan ocultas por un
bosquecillo de encinas y castanos; gracias a la verdura y variedad del
follaje, el contraste demasiado duro que formaria la abrupta pared de
las rocas con la superficie horizontal del llano, aparece suave. En el
paraje mas espeso del bosque, es donde se encuentra el abismo. Sobre sus
bordes, algunos arbustos inclinan sus tallos hacia la superficie azul,
que se ve por entre las ramas de la encina; solo un abedul deja caer por
encima de la sima sus ramas delicadas. Al llegar a estos parajes es
preciso tomar algunas precauciones, porque el suelo esta demasiado
accidentado y los pozos no tienen ningun brocal como los que construyen
los ingenieros. Avanzamos lentamente arrastrandonos bajo las ramas;
luego, tendidos sobre el vientre, apoyando la cabeza en nuestras manos,
dirigimos nuestra mirada hacia el vacio.
Las paredes del pozo circular, ennegrecidas a trozos por la humedad que
destila la roca, descienden verticalmente; apenas si algun pequeno
saliente se insinua fuera del plano de los muros de piedra. Matas de
helechos y escolopandras crecen en las anfractuosidades mas altas; mas
abajo la vegetacion desaparece, a menos que una mancha roja que se ve en
la obscuridad del fondo, sobre un saliente de la roca, sea un grupo de
algas infinitamente pequeno. A primera vista, en el fondo no hay mas que
tinieblas; pero nuestros ojos, acostumbrandose poco a poco a la
obscuridad, distinguen luego una superficie de agua clara sobre un
lecho de arena.
Ademas, puede descenderse al pozo, y yo soy uno de los que han tenido
ese placer. La aventura produce una agradable sorpresa, puesto que es un
viaje de exploracion; pero en si misma no tiene nada de seductora, y
ninguno de los que han hecho estos descensos al abismo quedan en
disposicion de repetirlo. Una cuerda, prestada por un campesino de las
inmediaciones, se ata fuertemente al tronco de una encina, y dejandola
caer al fondo del abismo, oscila dulcemente por la impulsion de la
pequena corriente de agua, en la cual se moja la extremidad libre. El
viajero aereo se coge fuertemente a la cuerda, al mismo tiempo que con
las manos, con las rodillas y los pies, y desciende con lentitud por la
boca tenebrosa. El descenso no es siempre facil, desgraciadamente; se da
vueltas con la cuerda alrededor de si mismo, se enreda en las matas de
helecho, que el peso del cuerpo rompen, se choca varias veces contra la
roca llena de asperezas, y co
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