cienta, sin crudeza de matices,
pero tambien sin obscuridad. Tal claridad hace ver bien cuanto vive al
pie de los arboles grandes; los insectos que se arrastran, las
florecillas que se balancean, los hongos y musgos que alfombran tierra y
raices, y sobre los mismos arboles, liquenes blancos y dorados que se
mezclan y confunden con los rayos de luz. Segun las estaciones, cambia
incesantemente de apariencia el bosque de hayas. En otono, el follaje
adquiere diversos tonos, dominando los matices obscuros y rojizos;
marchitase despues y cae a tierra y la cubre con espesa capa de
hojarasca que zumba al menor soplo de aire. Penetra libremente la luz
solar en el bosque por entre las desnudas ramas, pero penetran tambien
nieves y brumas. Permanece triste y sombrio el bosque hasta la
primavera, cuando las primeras flores se abren junto a los charcos de
nieve derretida, cuando las sonrosadas yemas irradian sobre todo el
ramaje como una vaga luz auroral.
Mas sombria y de mas terrible apariencia es la selva de abetos que crece
a la misma altura que las hayas en la vertiente de la montana, pero con
diferente expansion. Parece guardar un terrible secreto: brotan de sus
ramas rumores sordos y despues se extinguen para renacer de nuevo, como
el murmullo lejano de las olas. Arriba es, en las copas, donde el ruido
se propaga; abajo todo esta inmovil, impasible y siniestro. Las ramas,
cargadas de negro follaje, se inclinan hasta el suelo, y estremece el
pasar bajo aquellas bovedas sombrias. Cuando el invierno cargue de nieve
las robustas ramas, no se doblaran, y solo dejaran caer en el cesped
plateado polvo. Parece que poseen estos arboles tenaz voluntad, tanto
mas poderosa, cuanto que les une a todos el mismo pensamiento. Trepando
por la selva hacia la cumbre de la montana, se ve que los arboles tienen
que luchar cada vez mas para conservar su existencia en la atmosfera,
que se va enfriando. Su corteza es mas rugosa, su tronco menos recto,
sus ramas mas nudosas, su follaje menos abundante y mas duro. Solo
pueden resistir a las nieves, a las tempestades y al frio por el abrigo
que se dan unos a otros. Aislados, perecerian; unidos en el bosque,
continuan viviendo, Pero si por la parte de la cima los arboles que
forman el primer valladon de defensa llegan a ceder en cualquier punto,
pronto conmovera y derribara la tormenta a sus companeros. Presentase el
bosque como un ejercito, formando a sus arboles en batalla, como si
fueran soldados. Un
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