os, y enormes
fragmentos, semejantes a penascos, yacen por el suelo. Por otras partes,
piedras desmoronadas llenan a medias el foso que cubre espesa alfombra
de pamplina. El patio grande, en el cual se juntaban en otro tiempo los
hombres de armas antes de las expediciones de pillaje, esta lleno de
escombros y de hoyos: dificil es abrirse camino a traves de tupidos
grupos de arbustos y de hierbas altas: se teme pisar alguna vibora
oculta entre dos piedras o caer en la boca, abierta aun, de una
mazmorra. Andemos, sin embargo, mirando atentamente al suelo. Llegamos
al fondo del pozo, rodeado aun afortunadamente por un resto de brocal:
nos asomamos con espanto a la negra abertura del abismo e intentamos
sondear su profundidad a traves de las escolopendras y helechos
entrelazados. Parecenos vislumbrar abajo el reflejo de un rayo
extraviado en ese precipicio; parecenos oir un murmullo ahogado que sube
hacia nosotros. ?Es una corriente de aire que se arremolina en la sima?
?Es un manantial, cuya agua se filtra entre las piedras y cae gota a
gota? ?Es una salamandra que cae al agua y la hace chapotear? ?Quien
sabe? La leyenda nos dice que en otro tiempo los ruidos confusos que
salian de esas profundidades eran gritos de desesperacion, sollozos de
victimas. El agua del pozo cubre un lecho de osamentas.
Aparto con esfuerzo mis ojos del microscopio que los fascina, y los
dirijo a la masa cuadrada de la torre del homenaje, que brilla a toda
luz. Las otras torres se han derrumbado; unicamente queda esta en pie, y
hasta conserva algunas almenas de su corona. Los muros, dorados por el
sol, estan tan lisos como al dia siguiente del primer banquete celebrado
por el senor en el salon. No hay en ella rendija ni rozadura apenas:
unicamente el maderamen y los herrajes de las estrechas ventanas
semejantes a aspilleras han desaparecido. A cinco metros sobre el suelo
se alza en el espesor de la muralla lo que fue puente de entrada; ancha
piedra saliente forma su umbral, y la parte superior de la ojiva esta
adornada con tosca escultura que ostenta un caprichoso monograma y las
huellas de la antigua divisa del baron. La escalera movible que se
enganchaba en el umbral ya no existe, y el celoso arqueologo que
quisiera leer o mas bien adivinar las pocas palabras orgullosas
esculpidas en la piedra, tiene que coger una escalera de mano. Para
introducirse en la torre, adoptaron los aldeanos medio mas violento: han
perforado el muro al nivel del suelo
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