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le han asegurado el tesoro inapreciable de la libertad.
Una de las causas que mas han contribuido a sostener la independencia de
ciertos pueblos montaneses, es que para ellos el trabajo solidario y los
esfuerzos de conjunto son una necesidad. Todos son utiles para cada uno,
y cada uno para todos. El pastor que va a los pastos altos a guardar los
rebanos de la comunidad, no es el menos necesario a la prosperidad
general. Cuando ocurre un desastre, ayudanse todos mutuamente para
enmendar el dano. Si el alud se ha desplomado sobre algunas cabanas,
todos trabajan en el desescombro. Si la lluvia ha desmoronado los
campos, que se cultivan en gradas sobre las pendientes, todos se ocupan
en recoger la tierra que se ha venido abajo y subirla en espuertas hasta
la vertiente de donde se cayo. Si el torrente desbordado ha cubierto de
piedras las praderas, todos se afanan en limpiar el cesped de tales
escombros que lo ahogan. Cuando en invierno es peligroso arriesgarse
entre la nieve, cuentan unos con la hospitalidad de los otros. Todos
son hermanos y pertenecen a la misma familia. Asi es que cuando los
atacan, resisten de comun acuerdo, movidos, digamoslo asi, por un solo
pensamiento. Por otra parte, la vida de combates sin tregua contra toda
clase de peligros y quiza tambien el aire puro y saludable que respiran
los convierten en hombres atrevidos y desdenosos de la muerte.
Trabajadores pacificos, a nadie atacan, pero saben defenderse.
La montana protectora les da medios para precaverse contra la invasion.
Defiende el valle con estrechos desfiladeros de entrada, en que algunos
hombres bastan para detener a grandes grupos: oculta sus fertiles valles
en los huecos de grandes terraplanes cuyas fragosidades parecen
inaccesibles. En ciertos sitios esta perforada por cavernas que se
comunican entre si y pueden servir de escondrijos.
En la pared de un desfiladero que visitaba yo con frecuencia, habia una
de esas fortalezas ocultas. Con gran trabajo pude llegar a la entrada
agarrandome a las asperezas de la roca y a algunas ramas de boj que
habian arraigado en las hendiduras. Mucho mas dificil hubiera sido
escalarla para los asaltantes. Penascos amontonados en la boca de la
gruta estaban dispuestos a rodar, saltando de punta en punta, hasta el
torrente. A cada lado de la entrada, la roca, absolutamente recta y
lisa, no hubiera dejado pasar ni a una serpiente: encima, el acantilado
que la dominaba, protegia la abertura como porti
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