leguas, se observan huellas indiscutibles de la
antigua accion de los hielos. Llanuras enteras, llenas de agua en otro
tiempo, han sido cegadas por el lodo y los guijarros que el ventisquero
impulsaba hacia adelante; los rebordes de las montanas y las colinas
aparecen desgastados; finalmente, rocas esparcidas o hacinadas han
quedado abandonadas a lo lejos, hasta en pendientes de montanas
pertenecientes a otros sistemas. Se conoce con facilidad el origen de
estas piedras en su composicion quimica, en la disposicion de sus
cristales o en sus fosiles. Tienen tal precision a veces sus caracteres
distintivos, que se puede determinar el elevado circulo de donde se
separo el errante pedazo. ?Cuantos anos, cuantos siglos habra durado ese
viaje? Indudablemente ha sido larguisimo, si lo juzgamos por las enormes
rocas que transportan hoy los ventisqueros y cuyo andar se ha medido.
Algunos de esos penascos que viajan han adquirido celebridad por las
observaciones de los sabios y se los ve con gusto, como si de amigos se
tratara.
Esas piedras varadas en la llanura, esos montones de barro transportados
tan lejos, todas esas huellas al paso de antiguos ventisqueros, nos
permiten imaginar cuales han sido las grandes alternativas de clima y
las inmensas modificaciones del relieve y el aspecto terrestre durante
las sucesivas edades del planeta. En los pasados tiempos que nos revelan
esos escombros, vemos a nuestra montana y a las vecinas erguirse a mucha
mayor altura que la actual. Sus vertices dominaban las mas altas nubes,
y todos los vapores que viajaban por el espacio se depositaban como
nieve o como helado cristal en sus enormes pendientes. Sus circulos de
pastos, las verdes canadas, las vertientes llenas hoy de bosques,
estaban cubiertas por uniforme capa de hielo. Nada aparecia aun en el
valle: ni cascadas, ni praderas, ni arroyos, ni lagos. El inmenso rio
helado, no menos recio que las actuales hiladas del monte, llenaba todas
las depresiones, y despues, al salir de los alfoces, se extendia a lo
lejos, en la llanura, dominando canadas y cerros. Tal era, en tiempo de
nuestros antepasados, la imagen que les presentaba la montana cargada de
hielo: los tataranietos de nuestros hijos, que vivan en la indefinida
lontananza de los siglos, veran cuadros completamente distintos. Tal vez
entonces, completamente fundido el ventisquero, corra en su lugar
arroyuelo humilde, ni que quede otra huella de aquel que una ligera
convexidad del ter
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