de hacer saltar a sus prisioneros desde la azotea del torreon.
Reservaba a sus mas odiados enemigos la muerte lenta en el fondo de las
mazmorras, pero los cautivos contra los cuales no tenia ningun motivo
de odio, tenian que demostrar, al precipitarse desde la torre, el animo
y gallardia con que sabian morir. Por la noche se hablaba de ello
alrededor de la humeante mesa, riendo al recordar las contorsiones de
cuantos retrocedian espantados al borde del abismo, y encomiando a los
que de un brinco se habian lanzado sin ajeno impulso en el vacio. El
noble senor murio en un convento vecino _en olor de santidad_.
Agrupanse desordenadamente al pie del penasco las humildes casuchas con
techo de pizarra o de canamo, del antiguo lugar esclavizado. Muchos son
los cambios que se han verificado, no solo en las instituciones y
costumbres, sino tambien en el alma humana, desde que el senor tenia asi
a sus subditos bajo sus miradas y bajo sus plantas, desde que el
heredero de su nombre crecia pensando en en que todos los seres mal
vestidos que veia moverse alla abajo, todos aquellos hombres serian,
cuando el quisiera, carne para su espada. Imposible habria sido, aun
para el mas bueno, para el de mejores sentimientos de los hijos del
noble, que no sintiera su pecho henchirse de feroz orgullo al contemplar
todo aquel horizonte de tierras sometidas, aquel pueblo abatido, a
aquellos villanos abyectos agitandose en el estiercol. Aunque hubiera
querido imaginar que los hombres tienen al nacer igual derecho a la
felicidad, aunque se hubiese considerado como nacido del mismo lodo,
habria bastado para desenganarle una sola mirada dirigida al espacio
desde la soberbia azotea de su torre para creer en la igualdad (no de la
alegria, sino de la desesperacion o del remordimiento), tendria que
dejar su castillo, meterse en el sombrio convento del augusto valle y
golpearse la frente contra el pavimento de las iglesias.
En nuestros dias, el descendiente de aquellos caballeros antiguos no
tiene que convertirse en carcelero de su pueblo, ni tiene que vigilar a
los habitantes con suspicaz mirada, como no sea propietario de una
fabrica y pueblen los aldeanos sus talleres. La quinta que se ha mandado
edificar en la vertiente de un cerro puede decirse que esta oculta. Una
cortina de arboles corpulentos tapa el mas cercano grupo de casas, y si
algunas aldeas lejanas se ven de trecho en trecho, no son mas que
manchas del paisaje, trazos del gran cuadro. Ya
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