. Penoso trabajo fue este, pero
quiza les animaba la venganza contra aquel torreon, donde muchos de los
suyos hablan perecido entre tormentos o de hambre: quiza se figurasen
tambien que iban a encontrar un tesoro escondido.
Entro con cierto temor por esta brecha: el aire interior, con el cual no
se mezcla nunca un rayo de sol, me hiela antes de entrar. Sin embargo,
la luz baja hasta el fondo de la torre: el techo esta hundido: los
entarimados han ardido en algun antiguo incendio, y se ven de trecho en
trecho restos de vigas ennegrecidas. Todos esos residuos, piedra, madera
y ceniza, se han convertido poco a poco en una especie de pasta que el
agua del cielo, bajando alli como al fondo del pozo, conserva humeda
siempre. Pegajoso limo cubre esa tierra blanda, en la cual resbala el
pie que pongo en ella con repugnancia. Pareceme estar ya encerrado en el
horrible calabozo y respiro con asco su aire rancio y mefitico, y, sin
embargo, aquel aire es puro, comparado con el olor de moho y osamentas
que sale de la abertura mellada de la mazmorra. Me asomo al negro
agujero e intento divisar algo, pero nada veo. Necesitaria tener la
mirada aguzada por larga obscuridad para columbrar los reflejos
extraviados en las tinieblas. iSiniestra oquedad! Ignoro de cuantos
asesinatos has sido complice, pero me estremezco de miedo al verte y
como en demanda de fuerzas; miro hacia el cielo azul, al cual sirven de
marco las cuatro murallas de la torre. Un mochuelo asustado se agita
alli arriba, lanzando desagradable chillido.
Una escalera practicada en el espesor del muro, permite subir hasta las
almenas. Hay muchos peldanos desgastados y convierten a la escalera en
un plano inclinado dificil de subir, pero apoyandome en las paredes,
agarrandome a las asperezas, resbalando en el polvo para incorporarme
despues, acabe por llegar a lo mas alto de la torre. La piedra es ancha
y no habia peligro alguno; sin embargo, apenas me atrevi a dar algunos
pasos, por temor de que me venciera el vertigo. Estaba a gran altura, en
la region de aves y nubes, entre dos abismos; a un lado esta la negra
sima de la torre; al otro la profundidad luminosa de las rocas y las
vertientes alumbradas por el sol. El promontorio que sostiene el torreon
parece otra torre de muchos centenares de metros de elevacion. Y el rio
que serpentea en torno a su base no parece mas que su foso de defensa.
Cuentan que uno de los antiguos senores del lugar satisfacia a veces el
capricho
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