Una turba de criados,
que andaban solicitos a su alrededor, ofreciales a porfia vino y
aguamiel, pero el hilillo de agua que brotaba de una rendija de la roca
les parecio mas agradable bebida que los licores escanciados en jarros
de plata. Inclinaronse uno tras otro sobre el remanso de la fuente,
apartaron con la mano las hierbas que flotaban en la superficie y
bebieron en la hoya, como pastores o como cervatillos de la montana.
Despues se miraron, se dieron la mano de amigos y se pusieron a departir
alegremente recostados en la hierba. Hacia buen tiempo, tocaba casi el
sol ya el horizonte, algunos celajes diseminados proyectaban sombras en
las amarillas mieses de la llanura y leves humaredas se desprendian a
trechos en los pueblecillos. Los tres condes estaban de buen humor.
Hasta entonces sus inmensos dominios no habian tenido exactos linderos
en la montana. Decidieron que desde entonces la fuente que con helado
chorro le habia apagado la sed seria el limite de separacion de los tres
condados. Uno seguiria la orilla derecha, otro la izquierda del
arroyuelo y el tercero ocuparia la loma tendida desde el manantial a la
cima cercana, y desde alli a la vertiente opuesta. Y como consagracion
del tratado que acababan de convenir, los tres senores mojaron las
diestras manos con algunas gotas de la fuente, y cada uno salpico con
ellas el cesped de su dominio.
Pero el buen tiempo no es duradero y los condes no conservan mucho su
sonrisa y companerismo. Pelearonse los tres amigos y estallo la guerra.
Mataronse mutuamente vasallos, burgueses y villanos en hondonadas y
bosques para que cambiara de sitio la linde de los tres condados. La
llanura fue asolada, y durante varias generaciones corrieron torrentes
de sangre por la posesion de aquella gota de agua que brota alla arriba
en pacificas alturas. Pactose paz por fin, y si han vuelto a empezar las
guerras, no se han encendido entre los tres barones, ni por la conquista
de una fuente, sino entre poderosos soberanos y por la posesion de
inmensos territorios con montanas, rios, bosques y ciudades populosas.
Ya no se destrozan una a otra gentes mal armadas, sino centenares de
miles de hombres, provistos de los mas cientificos medios de destruccion
los que chocan y se destruyen reciprocamente. Seguramente la humanidad
progresa, pero al ver tan espantosos conflictos, hay que dudar algunas
veces.
Entonces nos parecen dichosisimas las poblaciones retiradas en los
valles altos que nu
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