, antes
que el agua caida de las bovedas los haya envuelto en un blanco sudario
de estalagmitas. Como simbolo del tiempo que todo lo modifica, la gota,
cargada de la piedra que ha disuelto, hace desaparecer lentamente las
huellas de nuestros crimenes.
Hasta las grutas dejan de existir por la accion del tiempo. La lluvia
que cae sobre el monte y penetra en las fisuras de la piedra, se carga
constantemente de moleculas calcareas. Cuando despues de un recorrido
mas o menos largo, viene a caer temblando por la boveda de la caverna,
una parte de liquido se evapora en el aire, y una pequena particula de
piedra, prolongada como la gota que la tenia en suspension, queda
suspendida de la roca; una nueva gota deposita otra particula sobre la
primera, luego se deposita una tercera y millares de millones hasta el
infinito. Lo mismo que arboles de piedra, los estalactitas crecen por
capas concentricas endureciendose poco a poco. Bajo ellas, en el suelo
de la gruta, el agua caida se evapora igualmente y deja en su puesto
otras concreciones calcareas, que, de hoja en hoja, se levantan por
grados hacia la boveda. Con el tiempo, las irregularidades de arriba y
los conos de abajo, llegan a encontrarse; primero se convierten en
pilares y luego acaban por convertirse en paredes que se extienden a lo
largo de la galeria, y la gruta asi obstruida, se encuentra dividida en
una serie de salas distintas. En el interior del monte, los
rezumamientos y los hilos de agua que se asocian para formar el arroyo,
realizan asi dos trabajos inversos: de un lado, ensanchan las fisuras,
agujeran las rocas y forman anchos cauces; y de otro, cierran las
hendiduras del monte, apoyan la boveda con columnas y llenan de piedra
los enormes agujeros que ellas mismas practicaron miles de anos antes.
De otra parte, las estalactitas, como todas las cosas de la naturaleza,
varian hasta el infinito, segun la forma de la gruta, la disposicion de
las fisuras y la mas o menos cantidad de gotas que depositan las
revocaciones calcareas. A pesar de las obscuras tinieblas que las
llenan, infinidad de cavernas se han cambiado asi en maravillosos
palacios subterraneos. Verdaderos cortinajes de piedra con innumerables
y elegantes pliegues, coloreados a trozos por el ocre de rojo y
amarillo, se extienden como escaparates de tejidos en las entradas de
las salas; en el interior se suceden hasta perderse de vista las
columnas con basamentos y capiteles adornados con relieves capri
|