or las
grietas de la boveda. Mas arriba, se oculta por el asiento de una
piedra; ni siquiera se oye el ruido, pero en una curva violenta, aparece
de nuevo saltando rapidamente, hasta que, por fin, se llega ante una
estrecha abertura, de donde el agua sale como por la boca de un tubo.
Al llegar aqui, nuestro viaje, siguiendo el curso del arroyo, se ve
forzosamente detenido.
Sin embargo, la gruta se ramifica hasta el infinito en las profundidades
del monte. A derecha e izquierda se abren, como bocas de monstruo, las
negras avenidas de las galerias laterales. Mientras que en el libre
valle, corriendo sin cesar, acariciado por la luz, el arroyo ha
derribado y arrastrado los escombros de las enormes masas de piedra que
unian las aristas de los montes, actualmente cortadas, el agua de las
cavernas que con el auxilio del acido carbonico atacaba a la dura roca
para disolverla y agujerearla paulatinamente, ha practicado tambien
galerias, balsas y tuneles, sin haber hecho hundirse al enorme edificio
en cuyas entranas nace. En cientos de metros de altura y algunas leguas
de largo, la masa de las rocas esta agujereada en todos sentidos por
antiguos lechos que el agua ha formado y que luego ha abandonado por
haber hallado una nueva salida. Las cavidades inmensas como salas de
fabulosos palacios, se suceden a estrechos desfiladeros y estos a
aquellas; chimeneas, abiertas en la roca por antiguas cascadas, aparecen
en la boveda; al borde de estos pozos siniestros nos detenemos con
horror, en los cuales, las piedras que arrojamos, bajan chocando contra
los salientes de las paredes y solo despues de algunos segundos deja de
oirse el ruido que produce en la caida. Desgraciado del que se
desorientara en el laberinto infinito de las grutas paralelas y
ramificadas que suben y bajan; tendria que tomar la resolucion de
sentarse sobre un banco de estalagmitas, y contemplar como su antorcha
se apagaba lentamente, lo mismo que su vida, si tenia bastante
resignacion para no morir desesperado.
No obstante, esas cavernas sombrias, en donde hasta acompanado de un
guia y sin perder de vista los lejanos reflejos del sol, sentimos el
corazon oprimido por el terror, eran los antros que habitaban nuestros
antepasados. Para reverenciar el pasado, nos dirigimos en peregrinacion
a las ruinas de las ciudades muertes, y contemplamos con emocion
uniformes montones de piedras, porque sabemos que bajo esos escombros
yacen los huesos de hombres que trabajaron
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