ne para el cuerpo, unida a perfecta dignidad moral. De ese
modo adquiriran los montaneses en varias generaciones una completa
inmunidad de todas esas enfermedades que ahora degradan a tan gran
numero de ellos. Entonces sus habitantes seran dignos del medio que los
rodea, podran contemplar satisfactoriamente las altas cumbres nevadas y
decir como los griegos: "Esos son nuestros antepasados, y nos parecemos
a ellos."
CAPITULO XIX
#La adoracion de las montanas#
La adoracion de las montanas existe todavia entre nosotros mas viva de
lo que se la cree. Muchas veces un aldeano, al descubrirse la cabeza, me
ha senalado el sol con el dedo y me ha dicho solemnemente: "Aquel es
nuestro Dios." Y yo tambien (casi no me atrevo a decirlo), mas de una
vez, al contemplar las augustas cimas que dominan valles y llanuras, me
he sentido dispuesto a calificarlas candidamente de divinas.
Iba yo un dia pacificamente por un pendiente desfiladero, obstruido por
piedras sueltas. Encallejonabase alli el viento y me daba de cara,
trayendome con cada soplo una niebla de lluvia y nieve medio derretida.
Ceniciento velo ocultaba las rocas y solo podia yo divisar a trechos
vagas masas negras y amenazadoras que, segun lo espeso de la bruma, se
acercaban y alejaban alternativamente. Hallabame transido de frio,
entristecido, mal humorado. De pronto hizome levantar la vista una
claridad reflejada por innumerables gotas. Habiase desgarrado la nube
de agua y nieve encima de mi cabeza. El cielo azul se me aparecia
radiante y alla arriba resaltaba la serena cumbre de la montana. Las
nieves, bordadas por las aristas de las rocas como con delicados
arabescos, brillaban con argentino resplandor y el sol las orlaba con un
ribete de oro. Puros eran los contornos de la cima y limpios como los de
una estatua se dibujaban luminosos en la sombra, pero la soberbia
piramide parecia hallarse completamente separada de la tierra. Tranquila
y fuerte, inmutable en su reposo, parecia flotar en el cielo. Pertenecia
a otro mundo y no a este planeta envuelto en nubes y brumas como en
sordidos trapajos. En aquella aparicion, crei yo ver algo mas que la
morada de la dicha, algo mas que el Olimpo, mansion de los inmortales.
Pero una nube maliciosa cerro de nuevo la salida por donde habia yo
visto la montana. Halleme de nuevo entre viento, nieve y lluvia y
consoleme con decir: iun Dios se me ha aparecido!
En el origen de los tiempos historicos, todos los pueblos, ni
|