toda vida. Los ventisqueros, los
torrentes y los rios que bajan de las alturas para llevar a las tierras
los beneficos aluviones, son tambien seres animados, dioses y diosas
secundarios que ponen a los humildes mortales de las llanuras en
relacion indirecta con las divinidades supremas que reinan por encima de
las nubes en el espacio luminoso.
No solo el monte Meru, punto culminante del planeta, sino tambien todas
las cordilleras, todas las cimas de la India eran adoradas por los
pueblos que viven en sus pendientes y en su falda. Montanas de Vindyah,
de Satpurah, de Aravalli, de Nilagherry, todas tenian sus adoradores. En
las tierras bajas, donde los fieles no tenian montanas que contemplar,
construian templos que por sus calles de caprichosas piramides, enormes
pedazos de granito, representaban las veneradas cimas del monte Meru.
Quiza fue un analogo sentimiento de adoracion a las grandes cumbres el
que impulso a los antiguos egipcios a edificar las piramides, montanas
artificiales que se levantan dominando la llana superficie de arena y
legamo.
La isla de Ceilan, Lanka "la resplandeciente", bienaventurado pais al
cual, segun la leyenda oriental, fueron enviados los primeros hombres
por la misericordia divina, despues de ser expulsados del Paraiso,
tambien alza hacia el firmamento montanas sagradas. Tal es, ademas de
otras, la cima aislada en medio de las llanuras, la ciudad santa de
Anaradjapura. Es el Mihintala. En aquella roca se detuvo, hace veintidos
siglos, el vuelo de Mahindo, el convertidor indio que se habia lanzado
desde las llanuras del Ganges para atraer a los naturales a la religion
de Budha. Hoy se ha edificado un templo en la cima donde puso el pie el
santo. Alta y enorme es la pagoda y, sin embargo, tal es la solicitud de
los peregrinos, que muchas veces las han cubierto, desde el suelo al
remate, con un tapiz de jazmines. Un carbunculo, color de fuego,
brillaba en lo mas alto del monumento, reflejando a lo lejos los rayos
del sol, y hubo un rajah que mando extender desde la cima de la montana
hasta las llanuras una alfombra de doce kilometros de longitud para que
no manchase los pies de los fieles una tierra impura, procedente de un
suelo profano.
Y no obstante, este monte sagrado de Mihintala no es tan glorioso como
el pico de Adan, que ven los marinos en medio de las olas cuando se
acercan a la isla de Ceilan. La huella de un pie gigantesco que
pertenece, segun dicen, a un hombre de diez metro
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