rcha que parece palpitar bajo el agua
glacial que corre por encima. Pero tales son el valor y la tranquilidad
del espiritu, que ni un musculo se permite un movimiento falso, y todos
armonizan sus esfuerzos para evitar el peligro. Resbala un viajero sobre
una roca de pizarra lisa y muy pendiente, cortada bruscamente por un
precipicio de cien metros de altura. Baja con rapidez vertiginosa por el
plano inclinado, pero se extiende tambien para ofrecer mayor superficie
al roce y tropezar con todas las ligeras asperezas de la pena; utiliza
con tal habilidad los brazos y las piernas a manera de frenos, que se
detiene en el borde del abismo. Precisamente corre por alli un arroyuelo
antes de formar cascadas y como el viajero tenia sed, bebe
tranquilamente, con la cara en el agua, antes de pensar en levantarse
para volver a emprender la marcha por rocas menos peligrosas.
El trepador tiene mas amor a la montana, cuanto mas expuesto ha estado a
perecer, pero el sentimiento del peligro vencido no es la unica alegria
de la ascension, especialmente para el hombre que, durante su vida, ha
tenido que sostener rudos combates para cumplir con su deber. Aunque no
quiera, ha de ver en el camino no recorrido, con dificiles pasos,
nieves, grietas, obstaculos de todo genero, una imagen del penoso camino
de la virtud: esta comparacion de las cosas materiales con el mundo
moral se impone a su espiritu y le hace pensar: "A pesar de la
naturaleza, he alcanzado exito prospero: la cumbre esta bajo mis
plantas: verdad es que he sufrido, pero venci, y cumpli mi deber." Este
sentimiento hace toda su fuerza en aquellos que han de llevar a cabo
realmente la mision cientifica de escalar una cima peligrosa, ya para
estudiar rocas y fosiles, ya para enlazar una red de triangulos y
levantar el plano de una comarca. Estos tienen derecho a su propio
aplauso despues de haber conquistado la altura: si en su viaje les
ocurre una desgracia, merecen el dictado de martires. La humanidad
agradecida debe recordar sus nombres, bastante mas nobles que los de
tantos supuestos grandes hombres.
Tarde o temprano las edades heroicas de la exploracion de las montanas
acabaran como las de la exploracion de la llanura, y el recuerdo de los
trepadores famosos se convertira en leyenda. Unas tras otras habran sido
escaladas todas las montanas de las regiones populosas: construianse
senderos comodos y despues grandes carreteras desde la falda a la
cuspide para facilitar la ascen
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