eres, ni
lluvia, ni nieve caia sobre la esplendida cuspide. Las nubes amontonadas
por Zeus se enrollaban a sus pies, alrededor de los penascos que
formaban el soberbio cimiento de su trono. A traves de los intersticios
de aquel velo que abrian y cerraban las Horas a gusto del sueno,
contemplaba este el mar, la tierra, las ciudades y los pueblos. Sobre la
cabeza de aquellos hombres que se agitaban, suspendia el inflexible
destino, decidia la vida o la muerte, distribuia a su antojo benefica
lluvia o rayo vengador. Ninguna lamentacion de abajo turbaba a los
dioses en su quietud eterna. El nectar era siempre delicioso, la
ambrosia exquisita. Saboreaban el olor de las hecatombes, oian como una
musica el concierto de las voces suplicantes. Debajo de ellos se
extendia como espectaculo infinito el cuadro de las luchas y de la
miseria humana: veian chocar las armas, sumergirse las armadas,
convertirse en fuego y humo las ciudades, extenuarse de fatiga a los
infelices labradores, mirmidones casi invisibles, para alcanzar cosechas
que habia de robarles un poderoso; hasta bajo el techo de las casas,
veian llorar a las mujeres y gemir a los ninos. A lo lejos, su enemigo
Prometeo lamentabase, aherrojado en una pena del Caucaso. Tales eran las
venturas de los dioses. ?Hubo algun heleno, pastor, sacerdote o rey que
se atreviera a trepar por las pendientes de Olimpo que dominan los
altos pastos de las canadas y las lomas? ?Atreviose alguien a poner el
pie sobre la cumbre para encontrarse de pronto en presencia de los
dioses terribles? Refieren los escritores antiguos que hubo filosofos
que no temieron escalar el Etna, con ser mucho mas elevada que el
Olimpo, pero no mencionan a ningun mortal que tuviese la audacia de
subir a la montana divina, ni siquiera en la epoca cientifica, cuando la
filosofia ensenaba que Zeus y los otros inmortales eran meras
concepciones del espiritu humano.
Mas tarde, otras religiones de pueblos diversos que viven en las
llanuras cercanas se apoderaron de la montana santa y la consagraron a
nuevas divinidades. En vez de Zeus, adoraron los cristianos griegos en
ella a la Santisima Trinidad: en sus tres principales cuspides miran
todavia los tres grandes tronos del cielo. Uno de sus mas elevados
promontorios, que sostenia tal vez en otro tiempo el templo de Apolo, lo
domina ahora un monasterio de San Elias: una de sus canadas, que
recorrian las bacantes cantando _Evoke_ en honor de Dionysos o Baco, la
habitan
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