ndecientes el nombre de Olimpo o _luminosa_, pero ninguna lo
merecia tanto como la de Tesalia, cuya cumbre servia de trono a los
dioses.
Y es que el mismo pueblo heleno habia pasado su infancia nacional en el
valle y las llanuras, tendido a la sombra de la gran montana. De Tesalia
procedian los helenos del Atica y del Peloponeso: alli habian combatido
con los monstruos sus primeros heroes y alli sus primeros poetas,
guiados por la voz de las musas Pierides, habian compuesto himnos y
canticos de victoria y de jubilo. Inundando pueblos en lejanas comarcas,
recordaban las tribus griegas la divina montana que en sus canadas les
habia dado vida y alimento.
Casi todos los grandes acontecimientos de la historia mitica se habian
verificado en aquella parte de Grecia, y entre ellos, el mas importante,
el que decidio del mando en cielo y tierra. El Olimpo era la ciudadela
elegida por los nuevos dioses, y en derredor habian acampado las
divinidades antiguas, los titanes monstruosos hijos del Caos. De pie en
los montes Othrys, que se desenvuelven al Sur en vasto semicirculo, los
gigantes agarraban enormes rocas, montanas enteras y las arrojaban
contra el Olimpo medio desarraigado. Para erguirse mas arriba, hacinaron
los viejos titanes monte sobre monte que les sirviera de pedestal, pero
la gran cumbre nevada los dominaba siempre y los rodeaba con nubes
sombrias de donde brotaban los rayos. Los gigantes, alimentados con las
propias fuerzas de la tierra, llevaban en la voz los rugidos del huracan
y en los brazos el vigor de la tormenta: con sus cien manos lanzaban al
azar el pedrisco de rocas, pero luchaban con el ciego furor de los
elementos contra dioses jovenes e inteligentes. Sucumbieron, y bajo los
escombros del monte quedaron aplastados con ellos pueblos enteros. No de
otro modo los caprichos de los reyes han sido causa de la destruccion de
naciones, como por equivocacion.
Habian cesado hacia tiempo los prodigiosos combates del Olimpo, cuando
los pueblos jonios y dorios tuvieron poetas para cantar sus propias
hazanas y mas tarde historiadores para relatarlas. Entonces Zeus, padre
de dioses y de hombres, residia en paz en la montana sagrada: a un lado
estaba Heza, la diosa mujer siempre y siempre virgen. En torno estaban
los otros inmortales de rostro eternamente alegre y bello. Luminoso eter
banaba la cumbre del Olimpo y jugueteaba en la cabellera de los dioses:
nunca perturbo la tormenta el descanso de aquellos dichosos s
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