cticadas por montaneses en lo mas alto
de una punta de rocas oculta por las nieves durante nueve meses del ano.
Aquella punta estaba consagrada a un santo que, como protector del
monte, habia sucedido a un dios pagano. Todos los veranos volvian los
buscadores de tesoros a ahondar en la cima, sirviendose de las palabras
y de los gestos sacramentales. No encontraban mas que hojas de esquisto
debajo de otras hojas iguales, pero no faltaba avido cazador que
siguiese trabajando, y procuraba evocar al genio con nueva formula, con
grito victorioso.
Mas interesantes que estos dioses guardadores de tesoros son aquellos
que en las cavernas de la montana tienen el encargo de conservar el
genio de toda una raza. Ocultos en el espesor de una roca, representan
al pueblo entero, con sus tradiciones, su historia y su porvenir. Viejos
como el monte, duraran tanto como el, y mientras vivan ellos vivira la
raza cuyos grupos andan esparcidos por los valles cercanos. Por eso
miran los vascos con orgullo el pico de Anie donde su dios se esconde
tanto mas viviente, cuanto mas desconocido para el sacerdote. "Mientras
estes ahi (le dicen), aqui estaremos nosotros." Y poco les falta para
creerse eternos, cuando hasta su lenguaje desaparecera manana.
Al mismo orden de ideas populares pertenecen las leyendas de los
guerreros o profetas que, durante siglos enteros, esperan un dia grande
ocultos en alguna gruta profunda de la montana. Tal es el mito de aquel
emperador aleman que meditaba, apoyado en una mesa de piedra y cuya
blanca barba, sin cesar de crecer, se habia arraigado en la roca. A
veces un cazador o un bandolero penetraba en la caverna y turbaba el
descanso del poderoso anciano. Este levantaba lentamente la cabeza,
hacia una pregunta al tembloroso visitante y despues volvia a su
interrumpida meditacion, diciendo al suspirar: "?Todavia no?" ?Que
esperaba para morir en paz? Indudablemente el eco de alguna gran
batalla, el hedor de un rio de sangre humana, una inmensa degollacion en
honor de su imperio. iAh! iOjala se haya dado ya esa ultima batalla y se
haya convertido en un monton de cenizas el siniestro emperador!
Mucho mas conmovedora y hermosa es la leyenda de los tres suizos que
tambien esperan un dia grande en el espesor de una alta montana de los
antiguos cantones. Son tres, como los tres que juraron conquistar la
libertad en la pradera del Grutli, y los tres se apellidan Tell, como el
que derribo al tirano. Tambien estan adorme
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