de altura.
Consideranse reyes y senores del mundo, ya que la montana toda es su
pedestal para ellos y ven los reinos yaciendo a sus pies. Extienden la
mano como para cogerlos. No de otro modo un poeta campesino, invitado
por primera vez a visitar un real sitio, pidio permiso para sentarse un
momento en el trono. Cuando lo logro, apoderose de el el vertigo del
mando, y viendo revolotear a una mosca cerca de el, exclamo: "iAh! iComo
ahora soy rey, te aplasto!" y espachurro al pobre insecto contra el
brazo del dorado sillon.
Sin embargo, el hombre modesto, el que no pregona su ascension, ni
ambiciona la gloria efimera de haber subido a algun pico de dificil
acceso, tambien experimenta una gran alegria cuando huella una elevada
cumbre. Saussure no ha pasado tantos anos con la mirada fija en la
cupula del Monte Blanco, ni ha intentado su ascension tan repetidas
veces con el unico fin de ser util a la ciencia. Cuando, despues de
Bahuat, llego a la nieve hasta entonces inmaculada, no tuvo solo el
gusto de poder hacer observaciones nuevas: debio de entregarse tambien a
la inocente dicha de haber conquistado por fin el rebelde monte. El
cazador de animales y el de hombres tambien se alegran cuando, despues
de porfiada persecucion por bosques y barrancos, ribazos y valles, se
encuentran frente a su victima y consiguen alcanzarla con sus balas. Ni
fatigas ni riesgos les han hecho cejar, porque una esperanza los
sostenia, y cuando descansan junto a la derribada presa, olvidan cuanto
han padecido. Como el cazador, el trepador de cimas disfruta de este
jubilo de la conquista despues del esfuerzo, pero ademas siente la dicha
de no haber arriesgado mas que su vida propia. Ha conservado puras las
manos.
En las grandes ascensiones, el peligro es inminente muchas veces y a
cada momento se expone uno a la muerte, pero siempre sigue adelante y se
siente sostenido e impulsado por una gran alegria al considerar que se
sabe evitar el peligro con la solidez de los musculos y la serenidad del
animo. Hay que sostenerse muchas veces en una pendiente de nieve helada,
en la cual un paso mal dado cuesta la caida al precipicio. Otras veces
hay que arrastrarse por un ventisquero, agarrandose a una aspereza de la
nieve que, si se rompe, ocasiona el desplome en una sima, cuyo fondo no
se ve. Tambien hay que escalar paredes de rocas, cuyas salientes apenas
tienen la anchura suficiente para apoyar en ellas el pie, y estan
cubiertas por una capa de esca
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