ota, la fuente no va a perderse en el arroyo y en el
desierto: sus limites son los del oasis mismo; donde crecen los ultimos
arbustos, alli acaban las ultimas arterias del agua, absorbida por las
raices para transformarla en savia. iExtrano contraste el de las cosas!
Para los que habitan el oasis es este un presidio; para los que lo
divisan de lejos o lo ven solo con la imaginacion, es un paraiso.
Sitiado por el inmenso desierto, donde el viajero desorientado solo
halla hambre, sed, la locura, o tal vez la muerte, los habitantes del
oasis son ademas diezmados por las fiebres que la pestilencia de las
aguas producen, al pie mismo de las poeticas palmeras. Cuando los
emperadores romanos, modelo de todos los que les han sucedido en la
historia de la autoridad, tenian interes en deshacerse de un enemigo sin
necesidad de derramar sangre, se limitaban a desterrarlos a un oasis, y
poco tiempo despues tenian la alegria de saber que la muerte habia hecho
rapidamente el servicio esperado. Y no obstante, esos oasis mortiferos,
gracias a sus aguas cristalinas y al contraste que ofrecen con las
soledades aridas, hacen surgir en el hombre la idea de un lugar de
delicias y han llegado a ser el simbolo mismo de la felicidad. En sus
viajes de conquista a traves del mundo, los arabes, deseosos de crearse
una patria en todas las comarcas a donde les llevaba el amor de
conquista y el fanatismo de la fe, intentaron crear por doquier pasaban
pequenos oasis. ?Que son en Andalucia esos jardines encerrados entre las
tristes murallas de un alcazar moro, sino miniaturas del oasis, que les
recordaban los del desierto? Por el lado de la poblacion y de sus calles
llenas de polvo, las altas murallas coronadas de almenas y agujereadas
de trecho en trecho por algunas angostas aberturas, presentan un aspecto
terrible; pero cuando se ha penetrado en el recinto y se han pasado las
bovedas, los corredores y las arcadas, se nos presenta el jardin rodeado
de elegantes columnas que recuerdan los esbeltos troncos de las
palmeras. Las plantas trepadoras se enlazan en los fustes de marmol, las
flores llenan el reducido espacio con su perfume penetrante, y el agua,
poco abundante, pero distribuida con el mayor arte, cae como perlas
sonoras en el vaso de la fuente.
En presencia de las hermosas fuentes de nuestro clima, cuya agua nos
apaga la sed y nos enriquece, se nos ocurre preguntar cual de los
agentes naturales de la civilizacion ha hecho mas para ayudar a la
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